Un estado paralelo llamado fútbol

Énner Valencia sale en camilla durante el cotejo de eliminatorias con Chile. La Policía lo escoltó hasta el hospital. Foto: EFE

Énner Valencia sale en camilla durante el cotejo de eliminatorias con Chile. La Policía lo escoltó hasta el hospital. Foto: EFE

Énner Valencia sale en camilla durante el cotejo de eliminatorias con Chile. La Policía lo escoltó hasta el hospital. Foto: EFE

Ecuador tiene un Estado dentro del Estado. Se llama Fútbol Profesional y se desenvuelve con lógicas exclusivas. Sus ciudadanos han demostrado ser tremendos gambeteadores, no solo de jugadores rivales sino también de normas, leyes e incluso policías. Y Énner Valencia, con su sainete en el duelo con Chile, llevó esta impunidad a niveles de un desparpajo similar a quien cobra un penalti a lo Panenka.

Énner, el crack que descubrió Sampaoli, pulió Rueda y que ahora juega en la Premier League, también pasó a integrar esa vergonzosa lista de seleccionados nacionales que tiene líos pendientes con las pensiones familiares.

Basta con entrar, no al escalafón FIFA sino al Sistema Único de Pensiones Alimenticias del Consejo de la Judicatura para ver quién es quién. Si alguien suma con la paciencia de quien analiza el gol diferencia de una tabla de posiciones, descubre que entre los diez seleccionados que constan en el registro de marras hay una deuda de al menos USD 88 000.

Los jugadores siempre han intentado esquivar a los abogados y policías que acuden a detenerlos para obligarlos a pagar por las pensiones. Esa era una de las vitales funciones del puesto de Coordinador de Selecciones desde 1998, cuando Jaime Iván Kaviedes fue transferido al Perugia en una operación sin precedentes para el fútbol de Ecuador. Una mujer lo demandó para que reconociera a un hijo. El ‘Nine’ no era el padre, como lo demostró el ADN, pero casi se pierde la Copa América.

Desde entonces, los seleccionados contaron con la ayuda de la Ecuafútbol para enfrentar el cobro de esto que popularmente se llama ‘el impuesto al banano’. Pero Énner rebasó todo lo conocido y llegó a fingir, en pleno partido, una lesión para irse en ambulancia y esquivar a los policías. Claro, es la táctica que suele verse en los accidentes de tránsito, con el sospechoso encerrado en una habitación de hospital para evitar la prisión.

En el Estado ecuatoriano, los demandados por pensiones alimenticias pagan porque pagan. En el 2015 se registraron 182 640 juicios de alimentos en todo el Ecuador y se arrestó a 821 padres por evadir esta obligación. Más allá de si el arresto sirve para que el menor de edad realmente reciba los recursos a los que tiene derecho, lo objetivo es que Énner fue defendido por los futbolistas ¡en pleno partido! y fue arropado por una alcahuetería en todos los niveles.

Este rocambolesco episodio no es solo uno más de los que ocurren por el dichoso ‘impuesto’. Forma parte de algo más grande, de una impunidad (o más bien de una ilusión de impunidad) de la que gozan los miembros de ese Estado llamado Fútbol Profesional. Desde que la FIFA se inventó eso de que los gobiernos no deben inmiscuirse en los asuntos del fútbol para garantizar la independencia del juego, han ocurrido situaciones polémicas.

Ha sido muy controversial, por ejemplo, que los Estados no hayan podido fiscalizar las cuentas de las federaciones. Con el cuento de la autonomía, los presidentes de las entidades futbolísticas actuaban sin auditoría alguna. La amenaza era latente: “si el Gobierno mete la nariz, la selección queda suspendida”. Qué miedo.

Nadie se metió, en efecto, hasta que el año pasado la fiscal estadounidense Loretta Lynch, con la decisión de un puntero que entra en zona de candela, acorraló a todos los presidentes de la Conmebol y a varios dirigentes de la FIFA, que han acabado en la cárcel.

Lynch barrió con toda la dirigencia que estuvo en la Copa América de Chile en el 2015. Fue la primera que venció al Estado supranacional del fútbol profesional.

Hay más ejemplos de esta estructura perniciosa, que desde la osadía de Lynch se ha desdibujado. Lo han sufrido sobre todo los mismos jugadores que no han cobrado sus sueldos a tiempo y que desde el 2014, a pesar del millonario Mundial de Brasil, han realizado reclamos e incluso huelgas. Nadie les hizo caso: fue la época en que Luis Chiriboga, el presidente del Estado del Fútbol por 17 años, usó un título de un disco de Supertramp : ¿Crisis?, ¿cuál crisis?

En el 2015, Jorge Guzmán, gerente del gremio de jugadores, reclamó en público que no haya existido preocupación de los organismos como el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y el Ministerio del Trabajo para controlar los salarios impagos o los aportes que por ley deben hacerse al IESS.

Poco a poco y por lustros, los clubes han ido acumulando deudas laborales que no se habrían permitido en empresas sometidas a la norma y al control del Estado. Es que el fútbol no es una actividad normal, se dirá, pero lo cierto es que, un año después de la queja de Guzmán, ya hay clubes que no pueden con el enorme peso de sus deudas y el famoso convenio de siete años entre la Ecuafútbol, el Ministerio de Relaciones Laborales y el IESS simplemente no funcionó.

El refrán dice que lo único inevitable es la muerte y los impuestos. El Servicio de Rentas Internas sí ha cumplido sus labores y, como un implacable Mascherano, ha marcado a los clubes a presión. En algunos casos, el letrero de “Clausura” se vio en centros de práctica.

El Estado del Fútbol, en todo caso, da pelea. Siguen los casos de equipos que juegan con jugadores impagos. Y siguen los casos de estrellas que burlan las reglas sociales con la naturalidad de quien finge un piscinazo en el área y pide penalti. Ya depende del árbitro.

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