María Cachay vive hace 34 años en Papallacta, provincia de Napo. Cuando se radicó en esa parte del Ecuador, no había cambios drásticos de temperatura durante el día, como ahora.
Esto le permitía guiarse por un calendario estacional (invierno y verano) para sembrar y mantener a su ganado.
Sin embargo, con el paso de los años, el constante frío de esa zona del país empezó a variar. Por las mañanas y al mediodía, el sol y las altas temperaturas quemaban las cosechas y en la noche la helada y las lluvias destruían lo que quedaba de los sembríos. Todo esto se afrontaba en un mismo día.
Esa fue una de las razones por las que Papallacta, al igual que otras 389 parroquias del país, figuran hoy en un atlas de las áreas vulnerables al cambio climático, desastres e inseguridad alimentaria de la región Andina. El mapa fue presentado por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA).
“El cambio climático está incrementando la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, tales como las sequías, inundaciones, granizo, tormentas de nieve, heladas y el derretimiento de los glaciares”, señaló el PMA. Esto podría resultar en un aumento de la población con necesidad de asistencia alimentaria
Fausto Tituaña, presidente de la junta parroquial de Papallacta, indicó que antes de que el mapa de las Naciones Unidas señalara esa zona como vulnerable, ellos ya estaban en alerta. Desde 1998 hasta febrero del este año se ejecutó un plan para que la comunidad hiciera frente a los cambios repentinos de temperatura.
Fue dirigido por el Proyecto de adaptación al impacto del retroceso acelerado de glaciares en los Andes Tropicales (PRAA), una organización que también trabajó en países como Perú y Bolivia.
Con el desarrollo del proyecto, las 120 familias de la zona empezaron a cambiar sus hábitos de cultivo. Aprendieron a construir invernaderos y a sembrar en camas altas para evitar que el agua dañe la cosecha.
Uno de ellos se ubica cerca de la junta parroquial. Ahí, Carlos Pineida se encarga de que coles, cebollas, zanahorias y zuquinis crezcan y provean a la cocina del complejo de aguas termales Santa Catalina, administrado por la comunidad.
Otra de las acciones en las que se adoptaron medidas fue la ganadería, la tercera actividad económica de la zona, después del turismo y del trabajo en sectores públicos.
Cachay entendió que el pastoreo del ganado sobre los 3 500 metros de altitud daña al ecosistema páramo, una reserva de agua que peligra por el retroceso de los glaciares.
Según Tituaña, todos los comuneros cuentan con al menos una cabeza de ganado. En invierno, la muerte de terneros por el frío era uno de los principales problemas climáticos.
María Cagua recuerda que hace dos años perdió a nueve vaquillas, que no lograron soportar las bajas temperaturas. Ella trabaja en la producción de 1 200 litros de leche diarios que salen de esa zona.
Para contrarrestar los efectos del viento sobre el ganado y la agricultura, la gente construyó cercas vivas o barreras naturales con árboles de la zona.
En los últimos ocho meses se sembraron 5 000 árboles propios de la zona
Al mediodía del último viernes, la neblina cubría gran parte de la localidad y el frío era más intenso que en los meses pasados, aseguró Tituaña.
Sin embargo, la llegada de turistas no se ha visto afectada. Papallacta recibe más de 360 000 visitantes al año, registrados únicamente en los tres principales complejos turísticos. La mayor atracción son las aguas termales. Las casas de todos los comuneros reciben estas aguas por tuberías.
A pesar de que hace cuatro meses el PRAA terminó su plan, Jorge Núñez, quien dirigió el proyecto, informó que los resultados son positivos.
Se logró reforzar la resistencia de los ecosistemas y las economías locales ante el cambio climático y también el retroceso de glaciares
En el atlas de las Naciones Unidas, presentado en abril, también constan en estado de grave vulnerabilidad 190 distritos de Perú, 148 municipalidades de Bolivia y 6 departamentos de Colombia.