Yolanda Kakabadse, presidenta de World Wildlife Fund for Nature (WWF). Foto: Ana María Carvajal / EL COMERCIO
Yolanda Kakabadse prefiere hablar de crisis climática antes que de cambio. Lo hace porque la segunda palabra, por lo general, tiene una connotación positiva, pero la primera demuestra la gravedad de no proteger el entorno en el que vivimos.
Ella ha participado en reuniones mundiales sobre medio ambiente desde 1992, cuando empezaron a incluirse voces de la sociedad civil. En 1998 fue a la Conferencia de las Partes Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP 4, como Ministra del Ambiente de Ecuador.
Hoy está en Lima, para participar de la COP 20, como presidenta de World Wildlife Fund for Nature (WWF).
Los países pequeños argumentan que son menos responsables de las emisiones y pueden ser los más perjudicados, por la vulnerabilidad de su población. ¿Cree que las potencias deben financiar las acciones para frenar esta crisis?
Mi visión personal es que esto es muchas veces una excusa para no actuar. Si estás consciente de las amenazas del cambio climático, tienes que hacerte cargo. Escudarse en que los otros no hacen y por lo tanto yo no hago, es una irresponsabilidad total porque tu obligación va con tu población.
¿Qué debe hacerse entonces?
Creo que generas modelos de comportamiento frente al resto del mundo cuando asumes responsabilidades y avanzas, sin descartar que son diferenciadas pues mientras más rico financieramente es tu país, más capacidad tienes para responder. Pero todos deben actuar sin condiciones. Países como Ecuador, tan rico en recursos naturales, van a responder diferente que un país desértico como Marruecos.
¿Cuáles son las posibilidades para los países de América Latina?
Un estudio del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) sobre energía, señala que en 20 años se duplicará la demanda de energía en América Latina y el Caribe. Pero 4% de la disponibilidad de energía renovable bastaría para satisfacer a toda la región. Probablemente se refiere a geotermia: con la cantidad de volcanes y ese calor del fondo de la tierra tienes para dar, prestar y regalar y nosotros seguimos con petróleo. No es que puedes desaparecerlo de un día para otro, pero sí buscar equilibrio.
Según su experiencia, en la iniciativa Yasuní ITT en su primera etapa, ¿por qué cree que el Gobierno abandonó esa misión?
He pedido una respuesta, una conversación inclusive con el mismo Presidente para saber qué le llevó a tomar esa decisión, porque el potencial para levantar el financiamiento estaba ahí. ¿Será que el sector de petróleo ejerció presión para continuar con el modelo actual de desarrollo? No se. Pero suena a eso.
Tal como estaba diseñada en un principio, ¿usted le veía posibilidades?
Claro. Cuando fuimos a Copenhague en el 2009 ya teníamos garantizados 1,7 millones.
¿Talvez hubo una falla en la configuración de la segunda comisión que se armó a su salida?
No se. Yo salí de la comisión. Nos ‘renunciaron’ en enero del 2010 y desde ahí no tengo contacto con el proceso.
Un argumento para abandonar la iniciativa fue conseguir recursos para mejorar la calidad de vida, sobre todo a poblados amazónicos. Pero, ¿realmente es mejor calidad de vida ‘importar’ modelos a zonas con culturas y entorno diferentes?
El argumento de que primero hay que explotar los recursos y luego ocuparse del ambiente es tremendamente débil. Los ecosistemas te proveen de agua o calidad del ambiente, el bosque absorbe carbono, estabiliza el suelo, etc… eso te da calidad de vida. Cuando los destruyes, generas más pobreza. El no conceptualizar el desarrollo de manera diferente, en que los procesos sociales, ambientales y económicos van juntos, perpetúa modelos anteriores. No puedes mejorar la condición de pobreza de una sociedad si no le das opciones.