La Orquesta Batuta muta para sobrevivir

Los integrantes ecuatorianos de la agrupación binacional ahora ensayan en Tulcán. Foto: José Mafla / EL COMERCIO

Los integrantes ecuatorianos de la agrupación binacional ahora ensayan en Tulcán. Foto: José Mafla / EL COMERCIO

Los integrantes ecuatorianos de la agrupación binacional ahora ensayan en Tulcán. Foto: José Mafla / EL COMERCIO

La música también une a Ecuador y a Colombia. Bajo ese objetivo, hace dos años nació la Orquesta Sinfónica Juvenil Binacional Batuta, integrada al inicio por 180 por niños y jóvenes de Tulcán (Ecuador) e Ipiales (Colombia); 90 de cada país. Pero lo que inició con la energía de un allegro maestoso empezó a convertirse en un pianissimo por la falta de recursos.

El objetivo era fomentar la hermandad a través de la música, y mediante el Plan Fronteras para la Paz (PFP) el grupo recibió 120 instrumentos del Ministerio de Cultura de Colombia y la Alcaldía de Ipiales.

Al inicio, 90 chicos ecuatorianos se unieron a la propuesta, rememora Gabriela Villareal, una de las exintegrantes. Los ensayos se realizan en la Casa de Aduanas de Colombia, en el Puente Internacional de Rumichaca, a 7 km de Tulcán, que cuenta con amplios salones, buena acústica y su ubicación es estratégica para el traslado de los integrantes de ambos lados de la frontera, explica el maestro Andrés Araujo, director de la orquesta.

Sin embargo, hace siete meses algunos músicos ecuatorianos dejaron de asistir. El bus asignado por el Municipio de Tulcán para la movilización se retiró para servir a niños con discapacidad; los horarios de ambos grupos se cruzaban. Esto no desanimó a Camila Pozo, que hasta hace dos meses iba caminando de Tulcán a Rumichaca. En total, caminaba 14 kilómetros para llegar a los ensayos y retornar a su casa.

“Lamento que la falta de apoyo me haya obligado a salir del grupo”, dice esta adolescente, de 16 años, que se apasionó por el violín y que extraña a sus compañeros. “Ella tiene importantes avances teóricos e instrumentales”, asegura Araujo. Él también lamenta que la falta de transporte haya desintegrado a parte de la Orquesta, por la deserción de los ecuatorianos.

Según Shirley Guerrero, también de 16 años y exintegrante de Batuta, los maestros no solo les enseñaron a ejecutar un instrumento sino a poner en escena los sentimientos. “En las presentaciones nos confundíamos entre ecuatorianos y colombianos. No importaba caminar una hora, lo que interesaba era llegar a las clases”.

Para evitar que los talentos se desperdicien, la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Carchi (CCE-C) habilitó hace dos semanas un espacio para que los noveles músicos de Tulcán retomen los ensayos; ahora cada miércoles. La institución se comprometió también a prestar algunos instrumentos. Ramiro Almeida, presidente de la CCE-C, asegura que facilitarán para las prácticas los instrumentos sinfónicos de los que disponen.

La idea es evitar que el proyecto binacional muera. Para ello, Araujo y otra profesora van hasta Tulcán los miércoles, para dirigir los ensayos. Uno de los acuerdos a los que se llegó es que Batuta capítulo Ecuador no se cruce con la orquesta infanto-juvenil de la CCE-C y continúe trabajando independientemente.

Para Almeida, esta alianza permitirá compartir partituras y experiencias entre estudiantes e instructores. De hecho, el instructor musical Raymundo Cadena asegura que con esta decisión gana ­Tulcán, pues la orquesta les cambió la vida a varios estudiantes que provienen de hogares populares.

Los instructores colombianos de Batuta aseguran que los niños ecuatorianos son hábiles. Araujo destaca la capacidad creativa y la calidad interpretativa de sus discípulos. Por esta razón, el músico insiste en que el proyecto binacional no caiga en picada y por lo menos asegurar la asistencia de los 30 ecuatorianos que ya han retomado los ensayos. Uno de sus pedidos es la garantía de movilización para los chicos, que de ahora en adelante deberán ir cada dos meses hasta la Casa de Aduanas para ensayar con sus pares colombianos y lograr así que Batuta siga sonando.

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