Los oficios del campo en una olimpiada

Las estudiantes de la Upec, que estuvo a cargo de la organización junto a la Fedacc, lucieron trajes de la época. Foto: cortesía

Las estudiantes de la Upec, que estuvo a cargo de la organización junto a la Fedacc, lucieron trajes de la época. Foto: cortesía

Las estudiantes de la Upec, que estuvo a cargo de la organización junto a la Fedacc, lucieron trajes de la época. Foto: cortesía

Esquilar un ovino solo con tijeras, atar el yugo en la cabeza de los bueyes y pesar a pulso un quintal de papas fueron parte de las pruebas que debieron enfrentar los participantes de las primeras Olimpiadas Tradicionales del Carchi.

El certamen, organizado por la Federación de Asociaciones Comunitarias (Fedacc) y la Universidad Politécnica Estatal del Carchi (UPEC), reunió a mujeres y hombres más habilidosos de 18 comunidades de la parroquia Julio Andrade, considerada una de las zonas agrícolas más fértiles de esta provincia fronteriza.

Como exige el protocolo, antes de disputarse los juegos, los cuatro equipos participantes desfilaron ante decenas de personas que se congregaron en el estadio de la Liga Parroquial de Julio Andrade, para observar este colorido festival.

Unos halaban a un cordero, otros cargaban un molino y un banco. También había damas que portaban tiestos y vasijas de barro, con los que durante la competición debían preparar alimentos como la sopa de arroz de cebada.

Todos vestían gruesos ponchos, sombreros y botas de caucho. En el caso de las mujeres iban ataviadas con el ‘bolsicón’, como le conocen a una falda hecha con tela de bayeta y una blusa colorida. Esa es la vestimenta que identifica a los campesinos de esta zona y sirve para enfrentar el implacable frío de la región.

Uno de los objetivos de este duelo campesino es rescatar y compartir las costumbres y tradiciones de los ancestros. Varios oficios, por efecto de la modernidad, se han ido perdiendo, lamenta Jorge Mina, decano de la Facultad de Industrias Agropecuarias y Ciencias Ambientales.

“Tenemos una forma de hablar, pensar y convivir que nos enorgullece y nos identifica”. Incluso, varios pobladores se autoidentifican como descendientes del Pueblo Pasto.

Estas olimpiadas empezaron con la prueba de esquila a las ovejas. Dos concursantes por equipo, cada una con tijera en mano, se esforzaban por separar la lana de la piel, como hacían antes sus abuelos.

El resto de actividades se desarrollaron de forma paralela, ante la mirada estricta de un juez, que certificaba que los retadores cumplieran con lo que exigía cada prueba.

Para tener éxito, la clave fue contar con compañeros de equipo que tuvieran dominio de cada tarea, comenta Delfín Chamorro, asesor de estas olimpiadas tradicionales.

Uno de los ganadores, Germán Rosero aprendió de su padre y abuelo, por ejemplo, a enlazar los dos bueyes que se necesitan para arar la tierra y dejarla lista para la siembra.

“Muchos jóvenes no habían visto como es la ‘ayugada’ de las yuntas”, comentaba sorprendido.

Marco Caicedo, vecino de la comunidad de San Pedro, en cambio, puso a prueba la destreza para cosechar papas, el principal cultivo del Carchi.

El reto era recoger y pesar a pulso un quintal. Luego, los jueces con la ayuda de una pesa romana comprobaron que Caicedo había colocado 100 libras exactas del tubérculo.

Un sueño de Hugo Ruiz, rector de la UPEC, es que el certamen se reedite en todos los poblados rurales del Carchi, para mantener viva la tradición.

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