Este jueves 14 se estrena ‘La Flauta Mágica de los Andes’ en el
escenario del Teatro Nacional Sucre. Tendrá ocho funciones. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Un monumento fundacional surge a la vista. 30 quindes gravitan en el escenario centenario del Teatro Nacional Sucre. De fondo a la oscuridad, las aves andinas danzan sincrónicamente sobre las tablas. Sus alas, libres, despliegan destellos verdes, turquesas y naranjas. El ritual es acompañado por la transparencia sonora de las quenas y las zampoñas, instrumentos que confluyen en el patrimonio musical de la cultura andina.
A medida que el recorrido avanza, la melodía acoge un sentido colectivo -académico-, uno que solo un buen melómano distingue a primer oído: ‘La Flauta Mágica’, obra magistral de Mozart estrenada en 1791. En territorio ecuatoriano, la ópera en dos actos del compositor alemán se amalgama con elementos propios de la cosmovisión andina. Así, la obra transmuta a ‘La Flauta Mágica de Los Andes’, una adaptación escénica de la Fundación Teatro Nacional Sucre dirigida por Chía Patiño. La producción se estrena este jueves 14 de junio del 2018, a las 19:30.
El maestro Segundo Cóndor lo inició todo. Hacia finales del 2008, el compositor ecuatoriano tomó la decisión de transferir las melodías y armonías -sin excepción- de ‘La Flauta Mágica’ a la Orquesta de Instrumentos Andinos (OIA). Cóndor inició la transcripción íntegra de una obra que contempla una orquesta europea clásica basada en el sonido de los violines, las violas y los violonchelos, además de clarinetes, conos y oboes.
Al realizar una conversión a la instrumentación andina, la tonalidad de la obra se tornó más “liviana y soñadora”, explica Carmen Helena Téllez, directora musical de la producción. Cuenta que recibió una llamada de Chía Patiño con el fin de examinar el primer borrador que Cóndor elaboró. “Lo que hice fue re orquestar la obra basada en los lineamientos del maestro. Se ha respetado la polifonía y la armonía: los amantes de Mozart van a escuchar a Mozart. Lo que difiere es la sonoridad andina que también está impresa en la mente del público. En Europa, por ejemplo, admiran la liviandad que produce su instrumentación”, afirma.
Así, la adaptación andina de la obra mozartiana se afianza, en gran medida, en las quenas, las flautas andinas, la zampoña, el charango, la marimba, arpa ecuatoriana y el clavecín barroco que llegó al Ecuador hacia finales del siglo XVII. Para lograr la comunión sonora, el Teatro Nacional Sucre reúne a 38 músicos de la Orquesta de Instrumentos Andinos y 59 cantantes que, mayoritariamente, son miembros de los elencos: Coro Mixto Ciudad de Quito, Escuela Lírica, Coro Juvenil y el Coro Infantil.
La investigación académica y cultural marcó la ejecución de la adaptación escénica, a cargo de la maestra Chía Patiño. En medio de los ensayos preliminares, Patiño cuenta que no encontraron una versión en español de la obra que los convenciera y se volvió aún más importante cuando se decidió presentar una versión andina, pues los modismos y la mitología es local. Le tomó dos años traducir el libreto original de Emanuel Schikaneder, del alemán al español e incorporar expresiones kichwas.
Así, se mantiene la línea interpretativa que pone en escena la historia del príncipe Tamino que, tocando su flauta mágica y acompañado del cazador de pájaros Papageno, supera el engaño de la Reina de la Noche sobre el secuestro de su hija Pamina en manos de Sarastro, quien es un líder espiritual.
“Se hizo un esfuerzo enorme por conservar las rimas que existen en el original. Es una adaptación que tuvo todos sus procesos: la traducción idéntica, la limpieza de las rimas, mantener los subtextos (…). Estudié profundamente a Mozart, la historia de la obra y desde luego, visualizar la obra original para comenzar a leer la cosmovisión indígena, nuestras costumbres y empezar a entender la lógica y la vivencia del kichwa”, afirma Patiño.
Algo que marcó la puesta en escena de la obra, cuenta Liliana Duque, diseñadora escénica de la obra, fue el viaje que realizó el equipo creativo a Saraguro. “Llegamos por accidente a una fiesta religiosa en honor a la virgen María Auxiliadora. Fuimos a ver cómo fabrican los sombreros y los textiles. Eso me atrapó: el trabajo con la lana y el tejido en el devanador. Ese fue mi punto de partida”, cuenta Duque.
La escenografía, en la que se desarrolla la obra, es una plataforma giratoria que abarca tres paisajes: el montañismo retratado con el devanador, el mundo cimentado con adobe y el simbolismo del oro, representado con el carrizo.
La obra alberga la actuación de 80 marionetas elaboradas por la diseñadora española Alejandra Prieto, acompañadas por 585 piezas de vestuario elaboradas en territorio ecuatoriano y diseñadas en España por el figurinista Felype de Lima. Una de las que más destaca es la larga capa de la marioneta de la Reina de la Noche que, manipulada por ocho ejecutantes, se levanta hasta los tres metros de alto.
No se rigen a las leyes de gravedad. Crecen, caminan, vuelan, logran desaparecer, creando una serie de efectos especiales sin la necesidad de un presupuesto ostentoso.
Inspiradas en la cultura precolombina Tumaco-La Tolita y con base en múltiples visitas al Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado, Prieto creó, por ejemplo, el rostro de Sarastro, personaje principal de ‘La Flauta Mágica de los Andes’, una marioneta de estilo japonés bunraku que, por su complejidad, se diseñó y elaboró en Madrid junto con dos títeres más, que son los amautas de Sarastro. Además, produjo títeres de sombra, de varilla, marionetas de hilo y 30 quindes.
Las aventuras de Tamino serán armonizadas por la iluminación del español Carlos Alzueta. La obra, en su conjunto, dura tres horas con un intermedio de media hora. Existen cuatro localidades disponibles: luneta a USD 20; platea a USD 30 y placo a USD 50. Las funciones son los jueves y viernes 14, 15, 21 y 22 de junio, a las 19h30. También se presentará los sábados y domingos 16, 17, 23 y 24 de junio, a las 16h00.