Nueva América se abre al turismo

La comunidad Nueva América es una de las rutas de acceso de los visitantes hacia la mítica laguna de Puruhanta.

La comunidad Nueva América es una de las rutas de acceso de los visitantes hacia la mítica laguna de Puruhanta.

La comunidad Nueva América es una de las rutas de acceso de los visitantes hacia la mítica laguna de Puruhanta. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

María Elena Chuquín creció escuchando la historia de cómo sus abuelos llegaron a Mariano Acosta, una parroquia de Pimampiro, en el oriente de Imbabura, en busca de tierras fértiles para cultivar.

Entre esos relatos, la mujer, de 30 años, escuchó que su tatarabuelo, Nicolás Terán, fue uno de los pioneros. El campesino provenía de la comuna La Rinconada. También llegaron vecinos de parcialidades como Angochagua y San Clemente, del suroriente de Ibarra. Era 1919.

Por eso, esta área -en la que el 59,50% de los 1 146 habitantes se autoidentifican como indígenas- es considerada parte del territorio Kichwa Karanki.

Nueva América, que está localizada en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Cayambe-Coca, está a 19 km de la cabecera cantonal de Pimampiro. Al sitio se llega por un camino de segundo orden, rodeado de parcelas agrícolas, en medio de verdes montañas. El viaje en auto toma, al menos, una hora.

Chuquín es una de las 25 integrantes de la Asociación de Turismo Nueva América. La organización, creada hace 40 años, busca atraer visitantes para mostrar la rica geografía en la que se realizan actividades como agricultura y ganadería, que es el motor económico del poblado.

Los comuneros construyeron una cabaña para 20 personas. El servicio de alojamiento, que incluye cena y desayuno,
cuesta USD 25 por persona.

“Consideramos que el turismo no solo es una fuente de ingresos, sino un medio para poder conservar nuestros recursos naturales”. Se refiere al bosque andino, páramos, ríos y cascadas. Uno de los mayores atractivos es el denominado Callejón del Inca.

Este sendero, flanqueado por árboles de guayusa de campo, pumamaqui, quishuar, romerillo... demanda entre dos y tres horas de caminata. Con un poco de suerte se avistan conejos, dantas, pavas de monte. También osos de anteojos.

Uno de los que más conoce la zona es Rafael Cayambe. Este agricultor, de 68 años, explica que uno de los tramos más espectaculares es el denominado Camino de Inca.

El ramal parece un túnel dibujado por la espesa vegetación. Los vecinos aseguran que es un antiguo trazado por donde transitaban los chasquis de la época precolombina. El verde del paisaje se altera con coloridas flores: orquídeas, bromelias... endémicas de esta zona.

El premio al esfuerzo de los aventureros, que ascienden desde los 3 200 metros a los 3 700, es una vista panorámica en la que la mítica laguna de Puruhanta parece unirse al volcán Cayambe.

El sitio atrae a excursionistas nacionales y extranjeros. Cada año, un grupo de visitantes franceses recorre la zona como parte de la denominada Ecored, que une a los poblados indígenas de Nueva América y San Clemente, en Ibarra. Este año arribaron 60 personas.

También ha concitado el interés de agencias de turismo, como Senderos. El objetivo es que con estos atractivos se abran nuevos circuitos, señala Andrea Herrera, representante de la operadora.

Ahora están en lista el Camino del Inca, la cascada Yana Jaca, de 75 metros, y un centenario molino de agua. Pero quizá el mayor reto es avanzar hasta la laguna de Puruhanta, en la frontera con Sucumbíos.

Suplementos digitales