El aullido de un lobo, el vuelo del cóndor, el acecho del puma… Unos 15 niños parecen haberse transformado, con sus gritos y manera de caminar, en alguno de estos animales andinos durante la fase de calentamiento antes del inicio del taller de teatro denominado Aprendo y Actúo con Alegría.
Ricardo Haro, profesor de actuación del Kinti Wasi (Casa del Colibrí, en quichua), que funciona en Otavalo, dirige a los infantes. Luego les relata el romance secreto entre los volcanes ‘Taita’ Imbabura y ‘Mama’ Cotacachi. Los pequeños, indígenas y mestizos, sonríen escuchando la popular leyenda imbabureña. El maestro pretende despertar la imaginación de los chiquillos para que ellos también armen un tema y, en dos meses, lo escenifiquen sobre las tablas.
Como ellos, una tarea parecida la replican los niños de la parroquia de Alpachaca, situada en Ibarra. Ahí, igualmente 15 infantes, la mayoría afrodescendientes, realiza una dinámica grupal dirigida por Lenin Camargo. Mediante este medio, el profesor de teatro les enseña técnicas para hablar alto, para que sean escuchados por todos. Jeimmy Aguas, de 10 años, es una de las participantes. La escolar representa a Margarita, una mujer que espera que su esposo regrese de la guerra.
Sus compañeros, sentados al frente de Jeimmy, repiten un estribillo: “ Estaba Margarita sentada bajo un laurel / sintiendo la frescura de las aguas al caer. De pronto pasó un soldado y le hizo detener”.
Luego, la pequeña responde: “Deténgase mi soldado que una pregunta le quiero hacer/ usted no ha visto a mi marido en la guerra, alguna vez”.
“La idea es que esta experiencia se transforme en un modelo pedagógico para las instituciones educativas”, explica Flor Marina Montalvo, directora de Cultura y Patrimonio de Imbabura. “A escala nacional participan 200 chicos”. De ellos 80 están en Otavalo y San Antonio, Alpachaca y El Juncal, en Ibarra, Imbabura.
Las clases, que se iniciaron el 23 de julio y serán hasta el 15 de noviembre, se realizan en espacios comunitarios de las localidades que los acogen.
En San Antonio de Ibarra, por ejemplo, el Centro Cultural Daniel Reyes es el escenario en el que los pequeños, los miércoles de 15:00 a 17:00, afinan sus destrezas actorales. En Alpachaca los talleres funcionan los viernes de 16:00 a 18:00 en Mi Espacio Juvenil, una infraestructura que consta de una cabina de radio, aulas y un patio. Ahí, Tamara Recalde, de 12 años, da rienda suelta a su amor por el teatro. Aunque es su primera vez en este tipo de actividades, asegura, que le parece importante porque ayuda a despertar la creatividad en los niños y jóvenes participantes.
Previamente al inicio de los talleres, los 15 facilitadores que dirigen a los infantes a escala nacional recibieron un curso de capacitación. El único requisito era que sean teatreros. La actriz rusa Irina Gamayunova, radicada por años en Ecuador, les enseñó técnicas para impartir los conocimientos, actuación escénica y despertar la imaginación, a través de su experiencia. La extranjera ha actuado en varias producciones ecuatorianas: ‘Sueños de un seductor’, ‘El año que viene en el mismo lugar’; y junto a Pedro Saad realizó una adaptación de ‘Alicia en el país de la maravillas’, para adultos, entre otros trabajos.
Los talleres incluyen ejercicios de respiración, estiramiento de extremidades, ejercicios teatrales, entre otros. Sin embargo, cada uno de los maestros tiene su propia técnica.
Haro prefiere acompañar sus clases con música clásica o andina. Luego invita a los niños a actuar representando animales. De pronto los pequeños asumen roles diferentes. Se tienden en el piso, mueven los brazos como aleteando, caminan con las rodillas y las manos. Se transforman imaginariamente en picaflores, pumas, serpientes… con la magia que permite el teatro.
En contexto
Los talleres, que además de en Imbabura también se replican en Carchi, Esmeraldas y Santo Domingo de los Tsáchilas, son parte de un proyecto piloto impulsado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador.