Una religiosa de las Misioneras Lauritas junto con el coro. Foto. Cristina Márquez/EL COMERCIO
En la pastoral indígena de Chimborazo, la Navidad se enciende al ritmo de los villancicos en kichwa que cantan las mujeres del coro Villa María. Los festejos aquí son el reflejo del ecumenismo entre las creencias andinas y los rituales navideños propios de los mestizos.
La semana pasada, los fieles de la parroquia San Juan Diego celebraron la Navidad. Hubo cuadros vivos, coros, juegos populares y una comida comunitaria. Pero el acto central fue la eucaristía de Navidad, oficiada por el vicario de la pastoral, Fernando Botero.
Según él, la Navidad indígena tiene características propias que responden a procesos históricos de evangelización y a la forma en la que se adapta la gente que migra de los campos a las ciudades.
El elemento comunitario o ‘ayllu’ es la característica más notoria de los festejos. “La gente se organiza con facilidad y son ellos los que se acercan a la Iglesia y no al revés”, afirma.
Así ocurrió con los fieles de la parroquia San Juan Diego, que funciona desde el año pasado para todos los migrantes indígenas que residen en Riobamba. A diferencia de una parroquia convencional, esta fue creada especialmente para un grupo humano y no un territorio delimitado.
A la primera Navidad que celebró la parroquia acudieron indígenas oriundos de Pungalá, Licto, San Luis, Cacha, Colta y Guamote. “Esperamos con muchas ansias que llegue este día. Es el más feliz del año porque nadie falta a la misa y todos venimos disfrazados”, cuenta María Carmen Tagua.
Ella preparó, junto con otras jóvenes de la iglesia, una danza autóctona que representa la vida en la comunidad. Todas vistieron anacos azules, blusas blancas con flores bordadas, coloridas washkas y fachalinas. Este es el traje originario que utilizan las mujeres de Colta.
Otro acto, uno de los más aplaudidos, fue la representación teatral del nacimiento de Jesús que interpretaron los niños de la catequesis parroquial. En la obra se relató la historia bíblica como si hubiese ocurrido en los páramos andinos.
José y los pastores vistieron el poncho rojo que se usa en Cacha, mientras que María y los ángeles usaban anaco, fajas y un reboso. La imagen del Niño también se adornó con el traje originario de la comunidad indígena.
“La Navidad en esta parroquia se ajusta a la realidad y a la identidad de los fieles. Desde los horarios de las misas, hasta la música y las actividades especiales preparadas para la fecha”, explica Botero.
De hecho, parte del festejo son los villancicos que el coro de mujeres canta en kichwa. Canciones como En brazos de una doncella, Ave María, Ya viene el Niñito fueron traducidas y adaptadas para cantarse en las eucaristías.
La música en el idioma nativo nunca falta en las celebraciones tradicionales de los pueblos indígenas desde la época precristiana. “Para nosotros es importante cantar; es una forma ancestral de alabanza.
Nuestros ancestros le cantaban a las deidades; nosotros le cantamos a Dios, que fue quien creó la Pacha Mama”, afirma Francisco Guambo, director del coro Mensajeros de Dios.
Pero las celebraciones navideñas son distintas en las 24 parroquias que integran la Pastoral Indígena de la provincia.
Mientras que en los sitios más cercanos a las ciudades la gente es afín a las prácticas propuestas por la tradición de la Iglesia, en los sitios alejados los festejos se hacen conforme a la cultura indígena.
Eso ocurre en zonas como Alausí y Chunchi. Allí la Navidad se celebra con una comida comunitaria y una misa; la gente no se disfraza; ni elabora representaciones del pesebre.