La Cooperativa Jardín Azuayo impulsó este evento como parte de los festejos en honor a la Virgen del Rosario y para fomentar el rescate de la música popular. Foto: Cortesía Jardín Azuayo
Las presentaciones de las bandas de pueblo son uno de los mejores espectáculos que se viven en las fiestas religiosas, sociales y culturales. El pasado 27 de mayo del 2018, los nabonenses disfrutaron de tres horas de esta música del folclor nacional.
Nabón es un cantón azuayo ubicado a una hora en el sur de Cuenca, que mantiene vivas sus costumbres y tradiciones. En estos días la Vicaría cantonal y los priostes desarrollan varios actos culturales y religiosos en honor a su matrona, la Virgen del Rosario.
Una de ellas fue el Primer Festival de Bandas de Pueblo. Lo organizó la Cooperativa de Ahorro y Crédito Jardín Azuayo como parte del rescate de las expresiones culturales de los pueblos y su vinculación con la comunidad.
El evento empezó con un llamativo desfile de las bandas de Girón, San Fernando y San Miguel de Arcángel (Cuenca) por las calles céntricas de la ciudad. Les acompañaron personajes disfrazados de militares, compadres, indígenas…
Con el tema La Venada, la banda de San Miguel de Arcángel ingresó a la plaza central. El sonido de los tambores, trombones, platillos, saxofón, güiro, bombo… contagió de alegría a los presentes.
Según los registros históricos, en Azuay las bandas de pueblo aparecieron a fines del siglo XIX. En principio los músicos se unieron para animar los festejos, pero ahora somos el alma de las fiestas, dijo Gregorio Romero, trombonista de este grupo musical.
Todas las bandas entonaron ritmos tradicionales alegres como sanjuanitos, tonadas, saltashpas, albazos y pasacalles… dedicados a la Virgen del Rosario y que están arraigados en la vida de los pueblos.
Luis Pauta dirige la Banda de Girón de 17 músicos, que utilizan instrumentos de viento, cuerda y percusión. Ese domingo calentaron el ambiente frío y pusieron a bailar a los presentes con temas como Chivirito Negro, Rumbo al Cisne y Chola Cuencana.
Como ocurre en casi todas las agrupaciones, sus integrantes son familias que han pasado el legado artístico de generación en generación: de abuelos hasta biznietos. Por ejemplo, con Luis Pauta es la tercera generación involucrada en este arte musical.
La Banda de San Fernando tienen 18 músicos y para su director, Edison Velásquez, no hay fiesta popular sin banda de pueblo. “El éxito está en contagiar de alegría a los presentes, dijo mientras mostraba a decenas de parejas bailando su ritmo “La vaca loca”.
Los presentes se apropiaron de la plazoleta en un baile que parecía interminable. En medio de ese ambiente de algarabía, los priostes quemaron la chamiza (montículo de maleza seca) y tres hombres cargaban en sus hombros los armazones de madera, que simulaban el cuerpo de una vaca, y del cual se desprendía la pirotecnia que iluminó la noche.
Esta es la verdadera fiesta popular que une a las familias y vecinos, dijo José Morocho, coordinador de Jardín Azuayo Nabón. “Nuestro compromiso es rescatar y fortalecer estas expresiones que siguen enraizadas en los pueblos y que alimentan el patrimonio cultural del Nabón y el país”, dijo.
Los presentes bailaron hasta cerca de las 21:00 y los músicos se marcharon con la satisfacción de haber llenado de alegría a este pueblo andino. Todas las agrupaciones han participado en festivales locales y nacionales; y han obtenido reconocimientos.
En el Festival de Bandas de Nabón no hubo premios económicos, sino el reconocimiento a los artistas presentes por mantener viva esta música que desafía el paso del tiempo.