BPM abre sus fiestas electrónicas desde los miércoles, en el norte. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Hasta antes de las 22:30, las instalaciones de la discoteca BPM, en el norte de Quito, aún lucen un poco apagadas. La gente, tal vez, trata de dar tiempo a la lluvia torrencial de la noche de viernes que heló a la ciudad. Poco a poco, el lugar se va llenando de personas que se mueven al ritmo de los ‘beats’ que suenan en el lugar.
Para Andrés Ramírez, este es, si no el único, uno de los pocos espacios de la ciudad donde el ‘house’, una variación de la electrónica nacida a inicios de la década de los 80 en Chicago, tiene un lugar fijo en la escena nocturna quiteña. Cuenta que en Madrid, donde estudió, hay discotecas de electrónica para todos los gustos.
Allá se probó amateur detrás de las consolas y al estilo de electro-rock, un género que se popularizó en la década de los 60, gracias al uso de sintetizadores por parte de bandas como The Doors. Ahora en Quito, él prefiere ser un espectador más, dentro de una escena musical que se abre paso al ingreso de DJ profesionales.
En los últimos años, Quito se ha convertido en un punto central del país para la música electrónica. Festivales como The Secret Garden, con la afluencia de más de tres mil personas por cerca de diez horas, y la llegada de DJ similares a Tiesto o a Nervo han convertido a la capital en un referente para este tipo de conciertos y shows en vivo.
Sin embargo, en las fiestas semanales, la vivencia de una cultura electrónica no es tan amplia como quisieran sus cultores. Uno de ellos es el DJ Diego Narváez, con más de 12 años detrás de las consolas quiteñas, quien siente que esta música se reduce a unos pocos espacios de la ciudad. Además de BPM, él destaca el lounge del hotel J.W. Marriott, que de miércoles a viernes ofrece distintos tipos de mezclas que incluyen pop, rock, house, entre otros géneros.
Alfredo Salazar, DJ y productor, opina que la cuestión detrás de estos pequeños ‘booms’ detrás de la música electrónica es el desarrollo de festivales temáticos. Junto con The Secret Garden, otro espacio relevante para este género ha sido, a su criterio, el Marsatac, que el año pasado se desarrolló en conjunto entre la Alianza Francesa y la Alcaldía de Quito. “En esos escenarios, lo que se da conocer es que la ciudad es capaz de reunir a miles de personas de un género que solo se cree óptimo para las discotecas”, afirma.
Si bien hay espacios fijos en la ciudad como BPM, existen eventos de música electrónica que se organizan en espacios reservados dentro de la ciudad. Uno de ellos es The House of Insanity, una suerte de festival-encuentro con exponentes de diversos géneros dentro de la electrónica. Para este año, esta cita está programa para el 15 de septiembre y las boletas ya están a la venta.
Otro punto de la ciudad que se ha abierto con una temática variada dentro de la electrónica es Dirty Sánchez. Ubicado en el sector de La Mariscal, aquí regularmente se invitan a DJ locales para que den a conocer sus propuestas en las consolas. Por ejemplo, en este 29 de agosto tendrán un evento al que denominaron Soulfood 001, en el cual los DJ mezclaran con vinilos en géneros como reggae, house, acid jazz, cumbia, entre otros.
Tal como lo dice Ramírez, embebido de los sonidos del house y las luces láser de BPM, “lo que le falta a Quito es que la ciudad se convierta en un punto para exportar DJ”.