Desde septiembre de 2014 María Vázquez compartió su lucha contra el cáncer a través de Twitter. Foto: Twitter María Vázquez/ @kireinatatemono
Apenas pasadas las 9:30 de este 21 de abril, llegó la noticia en un tuit: María Vázquez, que desde septiembre del 2014 compartió a través de Twitter su lucha contra el cáncer, había muerto.
“En su ley, con una sonrisa y el puño apretado, Marie acaba de morir”, escribió su marido, Sebastián, que desde hacía algunas semanas utilizaba la cuenta de Twitter de su esposa, @kireinatatemono, que se popularizó como María Marie.
Para sus casi 10 000 seguidores no fue una sorpresa. María no escribía desde el 10 de abril.
Había comenzado a narrar su enfermedad, a veces con humor, pero siempre de manera muy cruda, en septiembre pasado. La noche de este 20 de abril su marido anunció, siempre en Twitter, el inminente final: “Amigos, ya falta menos”.
Tras una cirugía para extirparle el útero y los ovarios, el diagnóstico fue tajante: 40% de posibilidades de sobrevivir y una quimioterapia fortísima por delante.
En ese momento, Vázquez tomó la decisión: hacer de su “larga enfermedad”, eufemismo que aborrecía, un show. Así lo llamó y lanzó la noticia a través de cuatro tuits.
“En la siguiente media hora me llegó una cantidad de mentions [menciones] y DM [mensajes directos] como nunca había recibido en mi vida. Me tuve que ir a llorar al baño. Capaz suena ridículo. Al 90% de la gente que me escribió no la vi jamás en persona, pero compartimos muchos momentos inolvidables juntos”, relató en febrero pasado en una nota descarnada en la publicación digital La Agenda, que le aportó miles de seguidores.
A partir de ese día pasó de todo. Recibió cientos de regalos: desde un vitel toné (plato italiano) hasta flores que odió. Muchos de sus seguidores en la red social la insultaron “por ser tan cínica”, mientras que otros la siguieron a diario.
En primera persona
“Facebook es para perritos perdidos y fotos de bebés. Instagram es para hacer un recorte estético de la vida. Twitter es para exagerar y discutir horas si tampón o toallita, sí, pero también para contar qué me pasa”, dijo y no paró de relatar hasta que ya no pudo más.
‘María Marie‘ era el nombre de fantasía que esta arquitecta eligió como seudónimo en su cuenta de Twitter (@kireinatatemono).
Durante este tiempo, mostró descarnadamente, en fotos, las consecuencias de los tratamientos: su calvicie y extrema delgadez, principalmente.
Sin embargo, también se mostró con una peluca negra y los labios pintados de un rojo intenso. Habló de los cambios en su cuerpo y confesó que “los detalles denigrantes o escatológicos” quedaban para su círculo íntimo.
Nunca buscó edulcorar su relato. Se refirió a sus padecimientos con un humor crudo.
Tan real, tan humano fue su relato que muchos dejaron de seguirla (aunque espiaban de vez en cuando las novedades). En cambio, otros lograron soportar tapándose a medias los ojos para seguir leyendo. Quizás ésa sea una de las razones por la que miles la leyeron. No había pose.
En la red social de los escándalos de vedettes y chicanas estériles, María no buscó agradar. Si tenía ganas contestaba con un insulto. Se rió de su desgracia e insultó a cada seguidor que le mandaba fuerzas espirituales u ositos de peluche.
“Sin ofender a ninguno, les voy a decir LA frase que detesto escuchar: va a estar todo bien. Todo bien las bolas”, escribió en febrero pasado. Fue una cronista aguda de su agonía.
Hubo tardes que cerraba su participación en línea con frases que dejaban perplejos: “Disculpen que no siga escribiendo, pero quiero terminar este libro. No vaya a ser cosa”. “Espera que me arranco la morfina y voy…” Respuestas picantes y burlonas a seguidores que reaccionaron entre el enojo y la compasión.
Durante su enfermedad, escribió un libro para que su pequeño hijo pudiera conocerla “si las cosas no salían bien”.
A horas de su muerte la cuenta @kireinatatemono creció en miles de nuevos seguidores. Hoy, el cinismo y la lucha de egos aparecen como intentos torpes gracias a María, que, durante ocho meses, enseñó sobre el poder de contar desde el corazón. Aunque solo tuviera 140 caracteres.