Los orígenes del nombre de la ciudad de Guayaquil se funden en una obra monumental. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Dos palmas de mano resaltan en su pecho, rodeadas de figuras curvas que representan al mar. Era un grabado habitual en la cultura Manteño-Guancavilca que representaba la jefatura de un hombre, con una gran habilidad para la caza, pesca y navegación.
Este tatuaje resalta en la figura del cacique Guayas, en un imponente porte de 32 metros. Está con su esposa Kil, quien lleva a su hijo en brazos, que no tiene nombre pero representa al guayaquileño. El monumento se levanta en el distribuidor de tránsito de la av. Pedro Menéndez Gilbert, cercano al Puente de la Unidad Nacional, de acceso a Guayaquil desde el vecino cantón Samborondón.
La estructura de bronce -90 toneladas de peso- busca rescatar los orígenes de la urbe, revivir la cultura prehispánica asentada en la zona baja de la cuenca del río Guayas y que se extendió a Santa Elena y el sur de Manabí. “Aquí nos faltaba un monumento a nuestro origen, Guayas y Kil son una leyenda que muy poca gente conoce. Un pueblo que no sabe de dónde viene, generalmente, no sabe dónde está y peor adónde va”, dijo el alcalde Jaime Nebot al justificar la obra.
El escultor Édgar Cevallos dijo que los personajes, cuyo proceso de elaboración tardó cuatro años, recibieron facciones de los nativos costeños, que no las tenían los anteriores Guayas y Kil, un monumento que aún está a pocos metros.
Inauguración del monumento Guayas y Quil en la Av. Pedro Menendez Guilber, en la entrada de la ciudad porteña. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Explicó que los originales tienen un fenotipo con una apariencia similar a la de los indios americanos, con características físicas nórdicas. Además, vestimenta y accesorios no comunes de la época, como usar una pluma en la cabeza.
En la nueva obra tienen una especie de casco que cubre sus cabezas, tocados de algodón de los aborígenes para protegerse del sol. Ese detalle, según Cevallos, surge de restos arqueológicos de la cultura.
El cacique tiene sus orejas atravesadas por aretes gruesos y en su cuello resalta también un collar de piedras y conchas. Era la concha Spondylus, uno de los principales productos de comercio de los manteños-guancavilcas, pues fueron grandes navegantes que surcaron el océano hacia Centroamérica y el sur. Llegaron a las costas de México, Perú y Chile.
El jaguar, que aparece en casi todas las piezas halladas, significa el coraje y valentía guerrera del guayaquileño. Las figuras están sobre una base que representa a la silla en forma de ‘U’ de los caciques y dos relieves que cuentan la leyenda del cacique y su mujer.
El director de Cultura del Municipio de Guayaquil e historiador, Melvin Hoyos, aseguró que se considera leyenda o cuento, porque no tiene base histórica, pues apareció en 1930 con la obra ‘Tradiciones, leyendas, historias y páginas de Guayaquil’. Fue escrita por Gabriel Pino Roca y presentada en un concurso literario del Cabildo para que los escritores contaran la historia de la urbe.
Hoyos aseguró que la existencia del cacique es real, por lo tanto, el monumento tiene validez al mezclar historia y leyenda sobre el origen del nombre Guayaquil. Cuando los españoles llegaron a la zona del río Guayas -contó- encontraron que la región se
llamaba Huaillakil, que significa tierra fértil.
Pero los europeos descubrieron que ese nombre lo tenían el cacique y el río que hoy es el Guayas. Hay publicaciones -dijo- que lo certifican; entre otras, constan el compendio histórico de la provincia de Guayaquil que escribió el padre Jacinto Morán de Butrón en 1740 e Historia de Guayaquil de Francisco Campos Coello que se publicó en 1889.
Según Hoyos, los Manteño-Guancavilcas se perdieron en el siglo XVII, tras un “mestizaje gigantesco”. La figurafornida de Guayas es por la forma que adquirían los guancavilcas cosechando la tierra.