Montuvios imprimen su sello a monturas

Andrés Mieles Mieles, tallador del cantón Olmedo, recorre ferias montuvias vendiendo sus monturas de madera.

Andrés Mieles Mieles, tallador del cantón Olmedo, recorre ferias montuvias vendiendo sus monturas de madera.

Andrés Mieles Mieles, tallador del cantón Olmedo, recorre ferias montuvias vendiendo sus monturas de madera. Foto: Wladimir Torres / EL COMERCIO

La silla de montar o montura, que une a los jinetes con comodidad sobre el lomo de un caballo, y que fueron introducidas en América por los españoles, adquieren unos rasgos peculiares en la tradición de los montuvios de la Costa ecuatoriana.

La montura criolla se diferencia de la estética de cuero y esponja con la que se elaboran actualmente en Colombia o Perú, pues son talladas en cambio en un solo bloque de madera por artesanos manabitas, asentados en cantones como Olmedo y Santa Ana.

Galápagos’ es el nombre que los manabitas le han dado a la silla de sello local, un nombre que le fue dado por cierta similitud que guardan con el caparazón de las tortugas gigantes de las Islas Encantadas.

Un puñado de artesanos trabaja actualmente en la talla de las monturas montuvias en Manabí, una tradición que había ido desapareciendo, según el tallador Andrés Mieles, de 54 años, que produce dos de estas sillas diarias en el cantón Olmedo. Las vende en ferias agrícolas de Manabí, Guayas, El Oro y Los Ríos.

“Era un trabajo que se estaba perdiendo, unos tíos míos elaboraron monturas por 50 años, de ellos tomé la tradición. Y ya tengo 25 años trabajando en esto”, dice Mieles.

Las piezas son talladas en palo de mango, en una sola pieza de un tronco, luego son pulidas, se les agrega decoración o dibujos con incisiones en la madera y el argollaje, explica el artesano, un montuvio que lleva sombrero y botas.

De las argollas se sujetan los estribos de metal donde los jinetes apoyarán los pies. Y bajo la montura se ubica un poncho o una esterilla de zapán, para evitar lastimar al caballo.

Las monturas criollas son comercializadas en promedio en USD 70 cada una, en las ferias montuvias que se realizan a lo largo del Litoral.  Los artesanos trabajan las piezas incluso al gusto de los ganaderos y jinetes, que encargan la elaboración de las sillas, con aditamentos especiales.

El Museo Etnográfico de Cancebí, de la ciudad de Manta, muestra en una de sus salas la tradición de los aperos criollos, con reliquias que tienen una antigüedad de casi 100 años.

“Los artesanos encontraron una forma de apropiarse de la silla española de cuero, al punto que estas piezas hacen parte de nuestra identidad, son algo típico ecuatoriano”, indicó Liliana Mendoza, guía del museo municipal mantense.

La elaboración de las monturas es diferente para los caballos y para los burros, estas últimas se caracterizan por ser un tanto más pequeñas, toscas y sin grandes detalles en la decoración.

Los finos ‘galápagos’ son utilizados por los campesinos para trasladarse a caballo; para la carga son utilizadas las denominadas ‘angarillas’, sillas más rudimentarias que suelen ser armadas a partir de cuatro piezas de madera.

Estas andaduras se utilizan para transportar materiales de carga, en caballos y burros. El Museo también expone una muestra de las ‘angarillas’ a sus visitantes, al lado de una escultura de un típico montuvio montando su caballo sobre el fondo de una escenografía que representa el monte, el hábitat del campesino costeño.

También se exhibe la esterilla de material natural que se coloca debajo de la tosca montura para evitar lastimar el lomo de los equinos. “Las angarillas se utilizan para transportar carga pesada, para balancear y sujetar el peso de barriles con agua, quintales de arroz, café o maíz”, explicó Mendoza. “Pero cada vez son más raras en el campo, reliquias que han perdido vigencia, pues hoy el campesino usa más el camión para llevar a pilar el arroz, por ejemplo”.

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