Mishky Huarmy rescata el valor ancestral del sirope

En muchas comunidades la tradición de elaborar el chaguarmishqui casi había desaparecido. Foto: Archivo / EL COMERCIO

En muchas comunidades la tradición de elaborar el chaguarmishqui casi había desaparecido. Foto: Archivo / EL COMERCIO

En muchas comunidades la tradición de elaborar el chaguarmishqui casi había desaparecido. Foto: Archivo / EL COMERCIO

Redacción Sociedad (F - Contenido Intercultural)

Antes de la llegada de los españoles a América, la extracción del chaguarmishqui (savia del penco) era un práctica cotidiana en las comunidades indígenas. Pero luego de la conquista fue desapareciendo, en parte, porque fue desvalorizada.

En pocas comunidades, como Cayambe, noreste de la provincia de Pichincha, se mantenía como una tradición casi exclusiva de los abuelos y mal vista entre los más jóvenes. Pero el 2010
se dio un giro a esta realidad. Gabriela Bonifaz y Cristóbal Cobo, pobladores de ese cantón, se propusieron recuperar esta tradición indígena.

Ambos impulsaron varios estudios alrededor de su valor cultural, usos y potencialidad. Descubrieron que en Estados Unidos, uno de los productos derivados de la savia, el sirope o miel de penco, era reconocido como un endulzante con un bajo nivel glicémico. Esta característica lo hacía ideal para personas que padecen diabetes y en general para todos quienes necesitan evitar el azúcar.

Contradictoriamente, en Ecuador, casi no se conocían sus beneficios. “Apenas el 10% de los ecuatorianos sabía qué era el sirope de penco y cómo era el proceso de extracción”, dice Bonifaz. Por eso le apostaron a un proyecto para rescatar esa tradición y lo denominaron Mishky Huarmy.

El proyecto comenzó en la cocina de su casa. Todas las mañanas, antes de que salga el sol, Bonifaz iba al hogar de una abuelita de Guachalá (Cayambe) para recoger la savia. Poco a poco conoció el oficio y se enamoró de este.

El siguiente paso fue involucrar a las mujeres y jóvenes en el proceso, precisamente para que pueda revalorizarse en las comunidades. Ahora hay ocho líderes al frente de las comunidades Guachalá, Pingulmí, Pitana y Cuniburo. Ellas trabajan y asesoran a las productoras que proveen la materia prima.

El proyecto tiene un enfoque de economía solidaria, que implica reconocer un precio justo a las proveedoras y una distribución equitativa de los ingresos. Además, acompañan y asesoran el proceso de recolección, para que sea una actividad sustentable y no represente un daño al medioambiente.

Ecuador cuenta con la especie de agave americana o penco andino, que resulta especial. Esta planta necesita entre 12 a 15 años para producir un buen chaguarmishqui, por lo que su reforestación es un requisito indispensable para todos los colaboradores. En el campo se lo reconoce porque es mucho más grande que la sábila.

El producto cuenta con registro sanitario y se vende en tiendas especializadas. Ha sido el resultado de varios procesos de mejoramiento, no solo en la producción, sino también en su imagen y presentación. ­

Este sábado hubo una degus­tación en el centro de productos Camari, ubicado en el sector de ­Santa Clara (Marchena Oe 2-38 y Versalles).

Ahí, Patricia Falcón, promotora del proyecto, explicó a los clientes la importancia que tiene el producto, más allá de sus valores medicinales. “Tiene un componente social, pues al tiempo que se rescata esta tradición, también se da opciones a las mujeres de las comunidades para que no tengan que migrar, dejar sus hogares, para salir a buscar una fuente de ingresos económicos”.
El producto se vende en varias presentaciones. El frasco de vidrio más pequeño, de 125 mililitros, se encuentra por USD 6. El más grande, de 500 mililitros, en cambio cuesta USD 15. El valor, explica Falcón, tiene relación con el segmento al que va dirigido. No se trata de un producto de masas.

Mishky Huarmy ya ha cosechado varios reconocimientos a escala nacional e internacional, con su participación en ferias gourmet. Se ha ganado un nombre en el Grand Bazaar, que es un espacio para exponer y comercializar productos hechos por artesanos, emprendedores y microempresarios ecuatorianos y también Texturas, Colores & Sabores, del Municipio de Quito.

Ahora se alistan para participar en la Summer Fancy Food 2015 en Estados Unidos. Esto, para Bonifaz, ha sido un éxito porque contribuye a cambiar estereotipos. “Cuando empezamos mucha de la gente se asustaba de la palabra chaguarmishqui y no quería ni probar, pero esto está cambiando y los sabores ancestrales cada vez se valoran más”.

La preservación de esta tradición salvaguarda el patrimonio cultural intangible.

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