Miradas de libertad
Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
¿Qué encierran estas miradas? Son un mosaico de sensualidad, arrepentimiento y esperanza. Detrás de esas pupilas, acorraladas entre cejas tatuadas y pestañas postizas, se esconden delitos que el maquillaje no logra camuflar del todo.
Al acercarse, algunas evocan el día que perdieron la libertad en el aeropuerto, antes de partir a España con algunos kilos de cocaína por dentro. Otras conservan el dolor de años de pena que pagan por asesinatos, estafas, agresiones...
Son los mismos ojos que a diario contemplan las murallas rematadas por alambres retorcidos y los grises corredores sin salida del pabellón de Atención Prioritaria, en el Centro de Privación de Libertad Zona 8, en Guayaquil.
En medio de sus condenas, 47 transfemeninas hallaron en parte la libertad. Aquí son libres de prejuicios, de marginación, de abusos. Son libres para transformar los uniformes penitenciarios -calentador y camiseta- en faldas, botas y sensuales blusas.
Son libres para lanzar besos al aire y contonear sus cuerpos moldeados con bisturí y silicona. Son libres para ver el tiempo volar.
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