La minga es un espacio para compartir y cuidar del hábitat

María Leticia Lligüin y Rosario Jadán participaron en la minga que se realizó el sábado pasado en Gualaceo. Foto: Lineida Castillo/EL COMERCIO

María Leticia Lligüin y Rosario Jadán participaron en la minga que se realizó el sábado pasado en Gualaceo. Foto: Lineida Castillo/EL COMERCIO

María Leticia Lligüin y Rosario Jadán participaron en la minga que se realizó el sábado pasado en Gualaceo. Foto: Lineida Castillo/EL COMERCIO

Para los habitantes de El Carmen de Jadán, en el cantón azuayo de Gualaceo, la minga no es una forma de vida. Con el trabajo comunitario construyen sistemas de agua, arreglan sus carreteras, cuidan sus fuentes hídricas…, pero también comparten alimentos y celebraciones comunitarias.

El sábado pasado, más de 150 indígenas y campesinos de esta parroquia realizaron la tercera minga del año. Sembraron 8 000 de 16 000 plantas nativas en el bosque protector de El Aguarongo y las zonas de amortiguamiento de Huaja Huayco, Latipugro, Chaquilcay y Bombo Huayco.

Fue una jornada larga, agotadora y lluviosa, entre las 07:30 y las 18:00. Pero nada debilitó el ánimo del trabajo comunitario. Las actividades empezaron con el traslado –en camioneta- de las plantas de alisos, chachaco, sarar, laurel, arrayán, guagual y quinua.

Los participantes –entre ellos niños, mujeres y adultos- se distribuyeron en siete grupos por sectores, cada uno con dos coordinadores. Ellos dirigieron la actividad y controlaron que la siembra se realice con los conocimientos ancestrales y sugerencias técnicas como el tamaño del hoyo, distancia, entre otras.

Lilian Ullaguari y Virginia Guartasaca dirigían uno de los grupos. Ellas seguían un orden y nadie se quedó sin trabajar: unos cargaban en sus espaldas los saquillos con plantas desde el sitio de acopio hasta la zona donde se reforestó. Con una piola muy larga señalaban la línea que debían seguir.

En ese trayecto se colocaron los hombres, a unos tres metros de distancia entre ellos, para cavar los hoyos con barretas, lampas y una excavadora manual. A cada uno le acompañaba una mujer que sembraba las plantas y otra para abastecer las especies.

La siembra debe ser perfecta, para que cuando estas plantas se conviertan en árboles, existan las corrientes de aire que se formarán en los callejones. Además, para que el suelo almacene el líquido y lo suelte lentamente, dijo Manuel Lligüín, de 63 años. “Así sembraron estos bosques nuestros ancestros y el entorno es perfecto”.

Para Luz Herlinda Zumba y Fidel Lligüín, esta jornada fue importante por ser parte de las tareas de cuidado de las
2 082 hectáreas del bosque y la conservación de las 16 microcuencas hídricas. Es un bosque húmedo nublado, que provee de agua a Gualaceo.

Allí viven importantes especies en flora y fauna, que pasaron a ser intocables, por acuerdo mutuo de los habitantes del Carmen de Jadán, hace más de 10 años. Esto tras detectarse que algunas zonas estaban muy afectadas por la tala del bosque e incendios para ampliar la frontera agrícola.

El día de la minga, por ejemplo, un venado se posó muy cerca de uno de los grupos y causó admiración entre los presentes. “Cómo no aportar a estas iniciativas de conservación y cuidado de la naturaleza que nos benefician a nosotros”, dijo Esilda Bueno, de 52 años.

Los habitantes de esta parroquia no están solos en esta tarea. Ellos reciben el apoyo técnico y económico de Arca Continental Coca Cola, The Nature Conservancy, del Fondo del Agua y del Municipio de Gualaceo. Entre estas instituciones invierten alrededor de USD 41 000 y los indígenas y campesinos participaron con la minga.

La jornada transcurrió con amenas pláticas, bromas y la típica pampamesa o alimentos compartidos, en cada uno de los grupos. “La minga es la forma de mantener vivas nuestras tradiciones y costumbres ancestrales. Sirve para motivar el trabajo colectivo y la inclusión del otro, para hacer más llevadera la vida”, dijo Bueno.

Silvia Tacuri, de 52 años, con su esposo Lizardo Zumba y su hijo Bryan estaban motivados con el trabajo comunitario. Ellos colocaron mote con quesillo y un pollo sobre el mantel blanco que tendieron en el suelo. También compartieron papas, arvejas, carne…

Al término de la pampamesa sobró la comida y el trabajo siguió hasta pasadas las 18:00. Todos los participantes asumieron el compromiso de repetir la minga el próximo sábado para concluir con la siembra de las 8 000 especies.

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