Filete de salmón a la plancha del restaurante Le Petit Pigalle. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
Comer es la forma más sencilla de viajar. Los paisajes exóticos llegan al paladar a través de sabores que se sienten lejanos pero que encantan por su novedad y gusto.
La carta de gastronomía internacional que se oferta requiere de algunos alimentos que no se encuentran con facilidad en el país. Las salvaguardias han causado un replanteamiento en la oferta de cocina.
En Le Petit Pigalle se pensaba cambiar la carta en marzo, pero el chef Patricio Quishpe decidió no hacerlo hasta valorar la afectación real de las salvaguardias en sus productos. La mostaza dijo, por ejemplo, se importa de Francia y es útil para el plato insignia Steak tartare.
En similares condiciones se encuentra la comida italiana. Rodrigo Burgos, chef ejecutivo de Sole & Luna, explica que para el platillo Paglia fieno se requiere de tomate pelati y que para el risotto es necesario el arroz arborio, productos que trae de Italia.
Mientras que de Latinoamérica se aprovecha la carne de res en corte como la picaña, la comida griega requiere del queso fetta en ensaladas, la libanesa de los dátiles en postres, las paellas españolas del azafrán, la japonesa del arroz del sushi y la china o tailandesa de la salsa de soya. Todos, alimentos importados que se traen al país con el único afán de darle más sabor.