Son escenas que varias veces se repiten. En las cafeterías, restaurantes y sitios públicos, personas que conversan con otras y, a la vez, mantienen su mirada fija en el celular o cualquier dispositivo móvil que los mantenga conectados con las redes sociales.
‘Phubbing’ es el nombre de bautizo. Resulta de combinar las palabras phone (teléfono) y snubbing (desaire). En el sitio web stopphubbing.com se define como: “El acto de desairar a alguien en un entorno social por mirar el teléfono en vez de poner atención”.
La iniciativa empieza a notarse en Ecuador. Librerías, operadoras de telefonía móvil y restaurantes, aunque pocos, fomentan el criterio de preferir las relaciones personales a las virtuales. La Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) se unió a finales del 2013. ‘#Desconéctate para contectarte’ fue el lema.
En este se busca que la comunidad educativa tenga una mejor calidad de vida, según Manuel Murrieta, director de Desarrollo de esa Universidad.
Asimismo personalidades del país fomentan otras campañas. El presentador y reportero de Ecuavisa Andrés Jungbluth emprendió la iniciativa con ‘Mira al frente’ para “involucrar a la gente en un cambio de actitud sobre el uso del móvil”.
El inicio de las campañas estuvo en Australia, el año pasado. Alex Haigh, de 23 años, creó la página Stopphubbing. Solo ayer, 36 456 personas votaron en el enlace para detener el fenómeno y dar su apoyo a las relaciones sociales frente a frente. Tiene más de 25 000 seguidores en Facebook. Publicaciones en The Guardian, The New York Times, la revista Time, El Universal y La Nación apoyan la campaña contra el uso del celular en medio de una interacción social. En Quito, la profesora de Etiqueta y Protocolo de la Universidad de las Américas, María de la Paz Villacrés, considera que este es un tipo de rechazo dentro de un grupo de amigos que impide tener una comunicación directa y visual. “Los parámetros de comportamiento están en crisis. Las relaciones interpersonales se ven afectadas en el mundo actual”.
La opinión de la especialista es compartida. Miguel Casafont, profesor universitario y experto en etiqueta y protocolo fue consultado por el periódico La Nación de Costa Rica sobre el ‘phubbing’. “Esto es como si años atrás se reunieran unos amigos a conversar y uno decidiera ponerse a leer un periódico. Es una clara grosería”. Para él, hoy la regla debería ser que en la mesa no se ponen los codos ni el celular ni el iPad.
El 97% de las personas consultadas en el sitio web afirmó que no sintieron provecho durante su comida por haber sido víctima de ‘phubbing’ y que el 87% de los adolescentes de esa encuesta prefiere comunicarse vía texto que cara a cara.
Paulina Barahona, psicóloga clínica y docente de la Universidad Católica, menciona que a través del celular se mantienen las nuevas relaciones sociales y que depende de cada persona definir las barreras que coloca frente a su espacio.
Es decir que para ciertas personas las relaciones más gratificantes se establecen en estas plataformas, porque a través de ellas hay un escape. “Los dispositivos electrónicos no son adictivos, son las personas las que crean la adicción”.
La especialista considera sin embargo que para no generar una adicción, la persona puede intentar evitar utilizar el teléfono móvil todo el tiempo y solo acudir a él en casos necesarios. Al principio -considera- será difícil por la costumbre, pero poco a poco el usuario puede dejar de lado el dispositivo.
Stopphubbing.com advierte siete razones por las cuales la mayoría de ‘phubbers’ usan su teléfono: para actualizar su estado, mensajear a alguien más, descargar música, googlear a Chuck Norris, jugar en aplicaciones, buscar una lavandería y reírse de una broma.
Aunque Ecuador no es un país con índice alto de ‘phubbing’, la campaña sigue. Paradójicamente, Facebook y Twitter son las plataformas más usadas por los usuarios para difundirlas.
En contexto
Las relaciones sociales se complican por el fenómeno ‘phubbing’ (el uso del celular en medio de interacciones sociales). Campañas a escala mundial se ponen en boga para combatir las estadísticas alarmantes.