Las casas de tierra, como esta de Barro Viejo, deben reforzar mucho su estructura. Foto: Cortesía
Todo tiene su final, dice la salsa cantada por Héctor Lavoe. Nada más cierto: todo tiene fecha de caducidad. Los materiales de construcción no se salen de ese código de vida, aunque definir su duración es complejo porque se suman muchos factores, dice el Arq. Fernando Almeida.
Todos los materiales sometidos a cargas repetitivas se fatigan, explica Jorge Valverde, ingeniero profesor de la Escuela Politécnica Nacional. “Esta fatiga se traduce en una disminución de resistencia, la cual dependerá del número de ciclos de aplicación de esa carga y de la magnitud de la misma. Existen cargas pequeñas, como las vibraciones de maquinaria que, al aplicarse millones de veces, terminan fatigando al material”.
Un caso ejemplificador es los pavimentos, explica Valverde. Estos, al recibir miles de cargas repetidas a una frecuencia menor, también se fatigan. Entonces pierden resistencia y terminan dañándose.
Materiales como el acero, el hormigón, el ladrillo y la madera tienen diferentes tipos de fatiga y, en consecuencia, tiempos de vida útil.
Los suelos también sufren fatiga. Esta se traduce en la pérdida de resistencia acompañada de la presión que el agua en el interior del suelo acumula por las cargas repetidas, como son las del sismo, llegando en algunos casos a licuarse, tal fue el caso de Portoviejo y Manta en el sismo del 16 de abril pasado.
El hormigón armado, obviamente, envejece, explica el Arq. MSc. Eduardo Báez. “Si bien este material es de gran ductilidad, no puede durar eternamente. Hay dos elementos claves: el acero en varillas y el mortero de sujeción o ligante. Si las varillas de acero están expuestas a la intemperie se van a corroer, dando lugar a la corrosión u oxidación, que ataca internamente a la constitución del hierro”.
Un error común es pensar que se pueda continuar la construcción con estos hierros sin antes tener un diagnóstico de la resistencia. Este fue uno de los peores efectos que reveló el sismo reciente: ampliar en altura construcciones que parecían resistentes y aumentar pisos indiscriminadamente, según Báez.
El método constructivo con guadúa y madera es muy popular en Costa y Amazonía. Pero no puede resistir sismos sino está bien construido.
En Jama vimos una fila de cabañas en madera que el sismo arrancó de su base y las inclinó como naipes en efecto dominó. Han sido abandonadas y sus dueños se fueron para no volver, asevera Báez.
¿Y el adobe? ¿Y el tapial? Según el Ing. Fabricio Yépez, de la Universidad San Francisco de Quito, al adobe y cualquier otra construcción de tierra, sea reforzada o no, se le ha detectado alta vulnerabilidad a los agentes climáticos (lluvia, agua del subsuelo), así como su alta vulnerabilidad sísmica. La actual norma de la construcción no permite construir edificaciones de adobe -con o sin refuerzo- de más de un piso, explica Yépez.
Los perfiles de acero son realmente una técnica muy buena, pero como todo, debe haber una sujeción a las normas y conocimiento técnico especializado, dice Báez.
La vida útil de un material depende de sus características, su utilización y su mantenimiento.