Sobre una almohada, está recostada Isabella González. La bebé, de 2 meses de edad, fija la mirada en su madre, Fernanda Rivera, de 34 años, quien toca su pecho mientras respira profundo para relajarse.
Madre e hija inician una sesión de masajes en el Centro Infantil Crecer, en Quito.
Con voz suave, Rivera dice “Isabella vamos a empezar. ¿Estás lista?”. Este paso es importante, les enseña a tener respeto por su cuerpo, explica Cristina Zapata, instructora del Centro.
“La estimulación táctil es indispensable en el desarrollo del niño, les ayuda en la parte física y emocional”, afirma Zapata. Ella es la representante en Ecuador de la Asociación Internacional de Masaje Infantil.
Los masajes alivian los gases, cólicos, estreñimiento y reflujo.
Para lograr este efecto, Rivera frota con aceite el cuerpo de la niña. Da movimientos circulares en el estómago en dirección de las manecillas del reloj.
Los masajes en el pecho eliminan la mucosidad que se acumula en los pulmones.
Además, bajan el estrés, en especial de los niños prematuros, porque aumentan las endorfinas (hormonas). Estas generan en el niño un estado energético y antidepresivo. Este masaje consiste en llevar las manos hacia la cabeza y las orejas. “Ellos van a estar más relajados, incluso lloran menos”, dice Zapata.
En el plano emocional, “son una forma de decirles que les amamos a través de las manos. Genera una conexión estrecha entre padres e hijos y fortalece vínculos de amor”.
Hay elementos que promueven el nexo, como el contacto visual, olfativo, auditivo. Durante la sesión, Isabella escucha la voz de su madre y sonríe.
Otro beneficio es la regulación del sueño. Rivera relata que con los masajes Isabella está relajada y su horario mejoró. Antes dormía solo en el día.
Un curso dura cinco sesiones. Una por semana. Cada clase se extiende entre 30 y 40 minutos.