Yolanda Bustamante estuvo casada con Marco Velasco por 39 años, hasta su asesinato a fines del año 2011. Foto: Valentín Díaz / EL COMERCIO
Académico, padre de tres hijos y esposo ejemplar; así era Marco Vinicio Velasco. El próximo 15 de febrero de 2017, un día después del Día del Amor y la Amistad, hubiera cumplido 63 años. Pero la mañana del 23 de diciembre de 2011 luego de haber sacado USD 8 000 de una entidad bancaria, su vida le fue arrebatada por cuatro personas armadas que se trasladaban en motocicletas.
Su esposa fue Yolanda Bustamante. Estuvieron juntos por 39 años. Con una voz tenue y tranquila comienza a relatar su historia de amor. Mientras conversa, ella juega con sus manos y las mantiene todo el tiempo juntas, como amarradas por una suerte de lazo imaginario.
Pese a que hablar del tema le resulta sumamente doloroso, ella cree firmemente que el caso de su marido debe darse a conocer. Han pasado poco más de cinco años desde el asesinato y aún no se ha dado con el paradero de los culpables.
En la sala del departamento de Yolanda, ubicado al norte de Quito, se encuentra parte de la biblioteca de Marco, que alberga diversos títulos. En el estudio del inmueble se halla la mayor parte de su colección personal. ‘Cien años de soledad‘, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, era de sus novelas favoritas , comenta Yolanda.
“Él siempre me agradeció por haber tenido tres hijos”, asegura la mujer mientras intenta evitar que las lágrimas le impidan continuar hablando. Hoy en día Pablo, el primogénito, tiene 39 años. Le sigue Santiago de 38 y casi una década más tarde vino Estefanía, que tiene 28. Para Marco, su familia fue uno de sus mayores logros en la vida, aunque no el único.
Todas las mañanas, antes de partir hacia el trabajo, Marco salía a jugar tenis en el club de la Liga. Después, se dirigía a la Universidad Central para dar clases. De aquella institución se graduó como sociólogo en 1978 para después realizar un posgrado en ciencias políticas en la Flacso, gracias a una beca.
El académico también se desempeñaba como consultor en entidades internacionales. En sus planes estaba ir a Barcelona (España) para comenzar a cursar sus estudios de doctorado. Falleció pocos días antes de este viaje.
Su hija, Estefanía Velasco, se encontraba en casa aquel 23 de diciembre. Recibió una llamada de personas que se hallaban en un restaurante ubicado al norte de Quito y que vieron cómo Marco recibió el impacto de bala. Los testigos le dijeron que se encontraba grave, pero cuando su hija llegó al lugar ya había fallecido, dice Estefanía con la voz entrecortada.
Desde los 18 años, Marco se desempeñó como asistente de cátedra en la Universidad Central donde trabajó hasta su fallecimiento. En ese centro educativo se le realizó días después del asesinato un homenaje. A este llegaron diversas personalidades del mundo de la Academia y otras áreas. Extranjeros y ecuatorianos, sociólogos, otros consultores, docentes de la facultad de Jurisprudencia, entre otros, se hicieron presentes para rendirle honores. “Era muy amiguero”, recuerda su esposa.
Marco y Yolanda se conocieron cuando ella tenía nueve años; él 12. Marco era amigo del hermano de Yolanda y pronto se volvieron también amigos. Sus ojos claros, recuerda ella, eran una de las características físicas que más le atraían. Cuando ella cursaba el quinto curso de secundaria, a los 17 años, comenzaron a salir como novios. “En esa época a las chicas no nos dejaban salir mucho”, recuerda. Así que tenían pocas horas para verse.
Su esposa recuerda que él siempre regalaba libros. “Él siempre decía: ‘Cuando lees, puedes sostener una conversación con cualquier persona’”. Uno de sus escritores favoritos era el divulgador científico Carl Sagan. “Nos hacía ver los videos de ‘Cosmos’”, la serie de Sagan en que explica los orígenes del universo.
Yolanda fue formada en el seno de una familia católica. Marco, por otro lado, era ateo. Pero esto nunca fue un impedimento para desarrollar su amor mutuo. Cuando ella tenía 18 años y él 20, se casaron. “Ustedes están haciendo la primera comunión“, recuerda que la gente les decía y sonríe.
Como docente, él siempre tuvo empatía por sus estudiantes. Admiraba mucho el sacrificio de algunos de los alumnos de la Universidad Central, que tenían orígenes humildes y hacían hasta lo imposible por asistir a clases, a pesar de su situación económica, recuerda Bustamante.
“Para mí ha sido muy duro. Hasta ahora, no lo puedo superar por completo”, asegura con respecto a su proceso de recuperación en los años posteriores al asesinato de su marido. “Mi esposo fue todo para mí en la vida”, agrega.
Una vez, por un cumpleaños de Yolanda, Marco llegó a la casa con un vestido y unos zapatos nuevos. La sacó de paseo en el auto y llegaron a un centro de convenciones de la capital. Todo estaba oscuro, recuerda ella, y cuando ingresaron al lugar de pronto aparecieron decenas de amigos de la familia que la esperaban para festejar su cumpleaños.
Las anécdotas sobran para recordar a este hombre. Su hija Estefanía rememora que Marco siempre la iba a dejar al jardín de infantes. Ella siempre iba en silencio dentro del auto por lo que una vez él se olvidó que la llevaba en la parte de atrás del vehículo y se fue directo al trabajo. Cuando llegó, recordó que la niña de seis años estaba atrás y tuvo que regresar para dejarla en la escuela.
El caso del asesinato del sociólogo quiteño reavivó el debate sobre las falencias del sistema judicial y de la Policía para resolver casos como este. El automóvil de la familia fue retenido durante un mes y medio para investigaciones. Una vez que este le fue devuelto a los familiares, lo llevaron a un mecánico para hacerle las reparaciones correspondientes. Conservaron el vehículo por alrededor de un año. Después lo vendieron porque les traía muchos recuerdos, asegura Estefanía.
Fue el técnico automotriz quien, tras una sola revisada, encontró la bala que había atravesado el cuerpo de Velasco en el interior del Peugeot 207. El casquillo se hallaba en el interior del panel. “Ni siquiera se dieron el trabajo de chequear el auto”, aseguró al EL COMERCIO en ese entonces su hijo, Santiago Velasco. Una vez que el caso se volvió mediático, la Policía respondió que “Estamos haciendo las investigaciones pertinentes. No hemos dejado de trabajar en este caso”, según menciona la misma publicación de este Diario en febrero de 2012.
Su hija Estefanía comenta que fueron meses de trámites en la Fiscalía y la Policía Judicial para monitorear el avance del caso. “Nunca se logró nada”, asegura. Dice que, con el pasar del tiempo, poco a poco lo fueron dejando; “pero siempre ansiando conseguir justicia”.
Al finalizar la entrevista, Yolanda toma una foto enmarcada de su esposo que mandaron a hacer sus familiares y amigos para un homenaje póstumo. La observa cuidadosamente y lee el texto que acompaña la imagen: “Gracias por tus intereses en las ciencias y las artes, por tus confesiones humanistas, tus consejos, tu confianza y estímulo, por tus palabras de aliento, por tu amistad. Gracias por no abandonarnos nunca, por acompañarnos en los momentos de alegría y en las dificultades”.
Luego, ella toma el álbum de fotos familiar. Con una mirada nostálgica pero con un tono de voz tranquilo, recuerda cada uno de los momentos inmortalizados en aquellas imágenes. Fotografías con sus hijos pequeños, imágenes de los viajes familiares y de sus amigos del trabajo, así como fotos de su matrimonio; Yolanda recuerda cada detalle como si hubiera sido ayer.