Manuel Chimbolematiene 60 años de edad y 40 como cosechador manual. Cuando se quema el monte, entra al terreno con su machete afilado. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Sus manos tienen fuerza mecánica. Y las máquinas están impulsadas por el motor humano.
La zafra es una de esas labores de campo que pone a prueba la resistencia del hombre y la funcionalidad de la máquina.
En el ingenio San Carlos, en el cantón Marcelino Maridueña (Guayas), la dulce caña engrana esos dos elementos.
Pablo Romero maneja la cosechadora nro. 23 que se mueve por las plantaciones. Y junto a la máquina avanza un tractor ligado a un vagón de carga que retorna al ingenio. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
El corte manual sigue a cargo de un pequeño grupo de zafreros y se combina con el corte con máquinas, en superficies más grandes.
Édison Espinoza se encarga de manejar el camión que descarga en el ingenio. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
En la labor manual el corte con machete es al ras del suelo y la caña es más larga; una vez cortada un tractor con brazo mecánico la recoge.
Guillermo Boyolema tiene 51 años y 18 en las zafras. Su trabajo es recoger la caña cortada. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
En cambio, las máquinas cosechadoras trabajan en conjunto con el recolector de caña y abarcan más terreno.
José Medina lleva siete años cortando espiga de caña en piezas de 30 centímetros. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.