Entre sombras y labiales, tres maquilladoras profesionales enseñaron varias técnicas a 43 mujeres y Glbti en el Centro de Rehabilitación Social de Guayaquil. Foto: Gabriel Proaño para EL COMERCIO.
Un diminuto espejo es el lienzo que refleja el rostro de Solange. Todo ese maquillaje oculta sus toscas facciones y una condena de seis años que está por terminar en el Centro de Rehabilitación Social Regional Guayas.
“Aprendí cómo mezclar colores, cuáles son las bases principales para que el maquillaje no se corra, cuáles son los productos de moda… Bueno, son seis años encerrada, no me he podido divertir con el ‘look’ del momento”.
Las maquilladoras profesionales Marcia Lema y Nicole Salazar, reconocidas por su trabajo con personajes de televisión y portadas de revistas, fueron sus cómplices. El martes 29 de septiembre, durante siete horas, se alejaron de los destellantes camerinos, copados por arco iris de sombras, y se adecuaron al angosto y caluroso auditorio del Centro de Rehabilitación Social de Mujeres de Guayaquil.
Delineadores, polvos, labiales y sombras desvanecieron los cerrojos para 43 personas privadas de la libertad, quienes participaron en el taller de maquillaje Freedom, beauty and love, una iniciativa de la fundación Corazones ardientes, dirigida por Stephania Baldeón.
La voz varonil de Solange, modulada como la de una reina de belleza en la ronda final de preguntas, se apagó por un momento cuando escuchó el nombre que leyeron en un certificado: Sergio.
Solange, o Sergio, es transexual. Fue Miss Trans 2014 de la Regional Guayas -desde entonces se quedó con la corona y ese timbre de voz-. Y el martes recibió un diploma por asistir al taller junto a otros 13 Glbti.
“No se necesita ser bella -y sacude su melena rojiza, reseca, contenida por un cintillo ‘animal print’-. Solo se necesita tener la libertad de expresar lo que anhelas, de aprender más y más hasta recobrar la libertad”.
De fondo, sobre la voz imponente de Solange, se escucha el chirrido de las radios de control y las instrucciones de Cuty Ycaza. Alguien sostiene una lámpara que no deja de apuntar a la maquilladora, miembro del staff oficial del Miss Universo hace 10 años.
Ha viajado a México, Vietnam, Estados Unidos, Rusia. Ha vivido el glamour y la adrenalina en el backstage del certamen de belleza más mediático del mundo. Y el martes embelleció a una modelo de la penitenciaría.
“No hay diferencias -dice Cuty, con su maquillaje impecable-. Una reina y una persona que está privada de su libertad son iguales (…). En este curso logré una buena conexión con ellas y muchas dijeron que me buscarán en cuanto salgan para que les enseñe más”.
Y es cierto. No todo es tan distante del Miss Universo.
Entre sus alumnas estuvieron Wan, una tailandesa de piel morena, separada de su hija por una sentencia de ocho años. Y Thilivhali, una africana de trenzas larguísimas que no se atreve a contar por qué hace dos años está aquí.
Y Catalina -o Edwin-, una estilista colombiana que “vive un infierno” porque no la dejan ser como es, porque -dice- la discriminan, porque no puede transformar la camiseta y el pantalón del uniforme de varones en blusas y faldas, por estar en un pabellón repleto de hombres.
Mariuxi, en cambio, es guayaquileña. Llegó hace un año y tres meses y se alejó de sus pequeños hijos para cumplir una pena de 20 años por asesinato. “Estos días han sido terribles; la depresión me ha acorralado -entonces, contiene la lágrimas para que no se le corra el rímel-. Pero hoy pude verme al espejo, elevar mi autoestima y sonreír”.
Solange es coqueta y no deja que su maquillaje se desvanezca, al menos no hasta llegar a la Regional. Afuera ya hay un bus y una cuadrilla de policías esperándolas para llevarlas de vuelta a su pabellón.
Cuando se les pregunta sobre su libertad y lo que harán cuándo la alcancen, muchas planifican abrir un gabinete de belleza. Pero Solange, a tres semanas de que llegue su boleta de salida, tiene otro sueño.
“Escribiré un libro, narraré mi vivencia para que otros no cometan esos errores que arrebatan la libertad. Muchos preguntan si estamos aquí por robar, por matar, por violar… Yo digo que estamos por errores; del error llegamos a una experiencia y de esa experiencia al triunfo de la libertad”.
Color tras las rejas
400 mujeres privadas de la libertad cumplen sus condenas en el Centro de Rehabilitación Social de Guayaquil. El 80% asiste a cursos laborales, de belleza, de música, manualidades…
Se puede donar maquillaje y otros implementos para el gabinete de belleza de la penitenciaría de mujeres y para otras actividades. Para hacerlo hay que comunicarse con el Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos.
22 Glbti privados de la libertad son parte del pabellón de atención prioritaria en el Centro de Rehabilitación Social Regional Guayas.