Manabí, un manglar al pie del río

La zona es vigilada por miembros de la localidad. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO.

La zona es vigilada por miembros de la localidad. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO.

La zona es vigilada por miembros de la localidad. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO.

El manglar La Boca, entre los cantones Portoviejo y Sucre, provincia de Manabí, es escenario de una convergencia natural que favorece la existencia de este ecosistema.

Frente a las ramificaciones, que caen en pequeños islotes, se unen las aguas del río Portoviejo y las del Océano Pacífico. Esa desembocadura permite que cientos de especies nativas convivan en los alrededores y que sean cuidadas por los habitantes, que saben que es el hábitat de aves y reptiles.

Dentro del mangle es común observar a gallaretas, fragatas, pelícanos, garzas, cormoranes, aningas, guacos, entre otros.

Según el Ministerio del Ambiente (MAE), en La Boca se han registrado alrededor de 50 especies de aves que, incluso, tienen sus nidos construidos entre las hojas y los arbustos. También conviven los cangrejos y las iguanas, los cuales comparten este espacio conformado por 50 hectáreas.

Bolívar Aragundi
, líder de los guías nativos de La Boca, cuenta que entre las 4 000 familias de la zona se ha generado conciencia ambiental para preservar esta área.

En capacitaciones ofrecidas por técnicos ambientales de la Prefectura y del MAE comprendieron la importancia del manglar para la vida silvestre.
Desde entonces conocen que el manglar sirve de criadero de especies que alcanzan su estado juvenil y de desarrollo gracias a las bondades nutricionales que les ofrece ese sistema biológico.

Pero los habitantes de la comuna San Jacinto, lugar hasta donde se extiende el manglar, sellaron un compromiso para cuidarlo por siempre. Para eso, en el 2011 gestionaron un proyecto que les permitió crear el parque ecológico manglar La Boca, que contó con el apoyo del Ministerio de Inclusión Económica y Social, la ONG Fondo Internacional de Desarrollo Agrario y el Municipio de Portoviejo.

La obra se construyó con USD 221 000 que permitieron levantar 26 restaurantes, un sendero dentro del manglar y baterías sanitarias. Eso dio lugar a que otros habitantes despertaran el interés de dar a conocer este lugar a turistas nacionales y extranjeros que empezaron a llegar motivados por el mensaje conservacionista.

Hace dos años, 100 jóvenes de San Jacinto de Charapotó incursionaron en la preservación del manglar La Boca. Desde ese año se unieron al grupo de familias que lo cuidan y que emprendieron en varias actividades de difusión y conservación del ecosistema.

Pablo García, responsable del grupo de jóvenes, asegura que su interés empezó cuando notaron que el manglar empezó a contener desechos que se descargaban desde el lado más alto del afluente. A su amiga Yonaria Moreira le contó que estaba apenado por la situación, porque desde que nació nunca había visto al manglar de esa forma.

Días después, se corrió la voz entre otros jóvenes y, enseguida, se unieron para hacer una jornada de limpieza profunda en esta localidad manabita. También hicieron gestiones ante el Gobierno Provincial para que conocieran que habían tomado la decisión de mantener limpio el manglar.

La respuesta de la autoridad no tardó, pues en abril del 2016 la Prefectura manabita anunció un aporte de USD 11 437 para adecuar el acceso al proyecto que se había construido hace cinco años atrás. Eso devino en una capacitación para que los jóvenes aprendan a contar qué tipo de bondades tiene ese estuario.

En el lugar abundan las especies de mangle rojo, jeli, negro y blanco, según Ledy Vera, quien hizo su tesis de grado basada en las bondades del manglar La Boca. En esa investigación se señala que el apoyo a las iniciativas de la comunidad han permitido fortalecer la asociación comunitaria y un manejo adecuado de la cuenca baja del estuario del río Portoviejo. Los pobladores, además, han dejado paulatinamente las actividades de la cacería del cangrejo.

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