Luis Loo y Grace Barros practican taichi los martes y jueves en la mañana. Foto: Enrique Pesantes /El Comercio
El Puerto Principal está sereno. No hay ruidos de pitos, no se escuchan las llantas de los autos contra el concreto, ni los gritos de los vendedores ambulantes. El sol no ha salido y la ciudad aún no despierta. Mientras cientos siguen durmiendo y otros están saliendo de sus camas, un grupo de personas recorre el Malecón 2000 de Guayaquil.
Es parte de su rutina. De lunes a viernes están ahí. Otros prefieren los fines de semana. Trotan, caminan, practican yoga, corren, hacen taichi, calientan sus músculos, estiran… mientras sienten la frescura de la brisa del Río Guayas.
Han elegido ese lugar por el paisaje que pueden admirar mientras se ejercitan; además de su tranquilidad, seguridad y amplitud.
Nelly Zambrano opina que el Malecón es un sitio ideal para caminar tranquilamente, ya que es cómodo y “se respira un aire puro, diferente al del resto de la ciudad”. Desde hace 17 años, a diario, a las 06:00, ella camina para mantenerse activa. Desde que abrió el Malecón, lo escogió para realizar su rutina de una hora y media junto a su vecina. Luego regresa a su hogar, a siete cuadras de ahí, y continúa sus actividades regulares.
Daniel Larrea también hace deporte a diario en el Malecón. Él no llega a pie como la mayoría de los deportistas. Sale de su casa, ubicada en el suburbio de la urbe a las 06:00, montando su bicicleta. A su llegada, trota de punta a punta el Malecón 2000, que tiene 2,5 kilómetros de extensión. Luego realiza una serie de ejercicios personalizados en la explanada del Maac para relajar los músculos luego del trote y fortalecer otros.
Cerca de él, los martes y jueves se reúnen Luis Loo y Grace Barros a practicar taichi. Él es chino y vive desde hace 30 años en el país. Ella, en cambio, es una instructora de yoga. Los dos se conocieron en el Malecón y ahora él la instruye en esta práctica oriental.
Utilizan ropa cómoda y holgada. La práctica comienza con taichi 24, una rutina en la que se realizan 24 movimientos distintos de este arte marcial. Luego pasan al estilo del abanico, donde utilizan ese objeto para complementar las distintas posiciones. En cambio, los domingos a las 08:00, Barros gratuitamente instruye en yoga a un grupo de personas.
A unos metros de distancia, los observa José Lua, un guayaquileño con ascendencia oriental. Él ha aprendido algunos movimiento de Loo y los combina con otros aprendidos de sus padres, creando ejercicios únicos y hechos a su medida. Se concentra en estirar sus músculos.
Su objetivo es mantenerse sano y “vivir con calidad”.
Lua es economista y asiste al Malecón de lunes a viernes a las 06:00, antes de empezar sus tareas laborales diarias. Camina una hora y media y su rutina culmina con los ejercicios que realiza con un palo en mano para estirarse. Es como un rito.
Mientras personas como él se concentran en un sitio específico, otros deportistas caminan por todo el lugar. Así lo hace Flor Ortega, que luego de llevar a su hija a la escuela, llega al Malecón a caminar. “Aquí se siente tranquilidad, me relajo a la vez que mantengo mi cuerpo sano”.
Entre los visitantes del Malecón 2000 hay incluso algunos que son recordados por sus hazañas deportivas. Lua dice que una señora de 74 años sube a diario el Cerro Santa Ana sin jadear.
Tampoco es raro encontrar a miembros del Ejército, en shorts y camisetas, trotando en ese horario. Madres e hijas, jóvenes, grupos, personas solas y acompañadas, adultos, mayores… el Malecón los recibe a todos en la mañana y les da la pauta para comenzar su día mientras el resto de la ciudad duerme.