Cuando Carolina Hidalgo se enteró que iba a ser madre supo que el cuarto que ocupaba su ‘pole’ por ya un tiempo tendría que ser ocupado por su bebé. Fue toda una decisión, sin embargo, llegó el día en el que el tubo de ‘pole dance’ fue vendido y en su lugar llegó una cuna, una cenefa de flores y luces de perritos.
Lo único que conservó de este espacio de ‘pole’ fue el equipo de música que hoy disfruta Luciana, su hija que cumplirá cuatro meses un día antes al de la Madre.
El ‘pole dance’ llegó a la vida de Carolina casi sin querer. Aunque siempre fue una disciplinada deportista, decidió consultar en Internet sobre esta actividad y a penas supo que la primera academia de ‘pole dance’ abrió en Quito, no dudó en inscribirse. Así pasaron dos años en que Carolina, de 31 años, añadió a su rutina diaria giros, inversiones y combinaciones que las aprendió a pulso de tino y paciencia. “Al principio no lograba entender (…) y a los tres meses empecé a dominarlo”.
El dolor vino primero, pronto la flexibilidad; de a poco su mente empezó a dominar su cuerpo, que lograba hacer combinaciones de ejercicios que ella no los creía posibles. Carolina cree que el ‘pole dance’ es adictivo porque encuentra la manera de retar a su cuerpo. Mientras Carolina conversa debe hacer una pequeña pausa para entregar la leche materna de su pequeña a su esposo, con quien está casada ya nueve años.
La noticia de su embarazo llegó el 26 de mayo por sorpresa. Los dos días previos a la buena nueva, Carolina entrenó de manera regular, incluso aprovechó para tomarse un descanso de su rutina de ‘bici’ y se subió al tubo de una señal de PARE que encontró en el Chaquiñan. Como lo supuso, el ginecólogo le prohibió continuar con el ‘pole dance’ por la fuerza que este deporte ejercía, sobre todo en su abdomen.
Durante nueve meses, Carolina Hidalgo hizo ‘spinning’, yoga y pilates pero siempre a la espera de poder retomar el deporte “más divertido que existe”. “Me siento capaz de cualquier cosa, decidida” y pronto añade “encuentras el tono perfecto entre lo sensual, lo sexi y el deporte”.
Cuando le preguntan sobre la práctica de ‘pole dance’, ella prefiere hablar del tema con naturalidad y compartir sus fotos y videos sin vergüenza. “El ‘pole dance’ te permite encontrarte con tu cuerpo y reconocerlo tal cual es”.
Carolina fue alumna de Daniela Padilla, socia de Love to Pole, uno de los primeros espacio que trajo esta práctica deportiva. “Algunas personas piensan que el pole sale del cabaret”, dice Padilla. Pero ella sostiene que este es un deporte completo, que forma tanto cuerpo como mente. Con un pasado de gimnasta, Padilla estaba en busca de una actividad física que combinara la danza y las acrobacias. Hoy, Love To Pole tiene ya tres años en el mercado y un grupo de alumnas que oscilan entre los 15 y 45 años de edad.
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Para Padilla, el primer mes de ‘pole dance’ es el más duro por el control del cuerpo y en especial del abdomen. “Hay que apretar todo el cuerpo”. Ella aconseja reforzar esta actividad con un poco de ejercicios de cardio. Cuando buscó un espacio para empezar su negocio, prefería no contar en que iba a emprender. Ahora su estudio lo arrienda a dos chicas que entienden el concepto del ‘pole dance’ y que no tienen prejuicio frente a esta actividad.
Cuando se enteró que iba a ser madre de Filippo, hoy un pequeño de un año y cuatro meses, decidió mantenerse en la práctica del ‘pole dance’. Solo pudo hacerlo hasta el tercer mes pues el médico se lo prohibió. Su embarazo fue difícil ya que sintió muchos estragos y a eso tuvo que añadirle el aceptar los cambios que su cuerpo sufría. Dejar el ‘pole dance’ para Daniela Padilla fue “súper duro y frustrante” e intentó remplazar el vacío con clases de pilates y yoga.
El ‘pole dance’ tiene mucho tinte femenino que se muestra de a poco en la forma de caminar, la posición en punta de los pies y la manera en la que estiliza el cuerpo de la mujer. “Le da elegancia”, explica Daniela Padilla. “Es mi vida, no me veo haciendo otra cosa”.
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