Este salón ceremonial tsáchila cuenta con 16 columnas de pambil de 100 años de existencia. Fotos: Juan Carlos Pérez /EL COMERCIO
El árbol del pambil tiene una diversidad de usos y aplicaciones en la cotidianidad de la nacionalidad Tsáchila.
En la construcción, gastronomía, agricultura, artesanía y música, este madero se aprovecha gracias a su resistencia y sus bondades.
Cuando el tronco alcanza los 100 años de existencia y 30 metros de altura, es cuando se vuelve atractivo para los nativos de Santo Domingo de los Tsáchilas.
En cada una de las siete comunas tsáchilas, las familias tienen pequeñas parcelas con, por lo menos, 30 plantas. Pero, ¿cómo se constata la antigüedad del pambil?
Manuel Calazacón, un líder de la etnia, explica que esta se verifica cuando el árbol tiene una suerte de tallado natural bien pronunciado. De esa forma, por ejemplo, se emplean para las columnas de las casas y centros culturales.
Estos últimos necesitan de al menos 16 pilares del madero, para sostener el tupido andamiaje del techo, elaborado con cientos de secciones de paja toquilla.
Los tsáchilas aplican una técnica ancestral al momento de enterrar el pambil sobre las superficies que sirven para levantar los nuevos establecimientos.
En primer lugar, el terreno debe estar libre de humedad, pues allí se cavará a un metro y medio de profundidad y es lo que garantizará que el tronco no se pierda.
Sobre esa abertura se colocan las bases del pambil y se ejerce una fuerte presión para que logre una compactación de mayor precisión.
El trabajo se hace de forma manual y requiere gran fuerzo. El pambil también les ofrece a los tsáchilas la oportunidad de tener su comida natural, que es parte de sus costumbres.
En el cogollo de la planta crece el gusano mayón, un afrodisíaco que los indígenas de Santo Domingo se sirven en asados al carbón.
En las artesanías que ellos preparan, el madero no puede faltar y es clave para las lanzas en miniatura y las de mayor tamaño que utilizan los chamanes en rituales.
Antiguamente, este instrumento servía para la cacería, pero actualmente se lo emplea para atraer las buenas energías.
Los acabados que se representan en las lanzas son de fácil dominio gracias a los retoques con lija y barniz que se les aplica.
Es el mismo proceso que se ejerce sobre las pipas y esculturas en miniatura que retratan al hombre tsáchila.
¿Y en la música? Las teclas de la marimba con las que los tsáchilas entonan sus melodías son el resultado de un proceso en pambil.
Al igual que sucede en las casas, esas piezas entre más antiguas sean, mejor afinación tendrán al momento de tocarlas. El árbol está en peligro de extinción en el bosque de los nativos.
Por eso, ellos tratan de preservarlo con menos tala.