La lógica feudal avala la impunidad

Óscar Vela es abogado y escritor, pero cada vez dedica más tiempo a la escritura. Todas las tardes, con disciplina marcial, escribe en su casa, alejado de todo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Óscar Vela es abogado y escritor, pero cada vez dedica más tiempo a la escritura. Todas las tardes, con disciplina marcial, escribe en su casa, alejado de todo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Óscar Vela es abogado y escritor, pero cada vez dedica más tiempo a la escritura. Todas las tardes, con disciplina marcial, escribe en su casa, alejado de todo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Al acabar la sesión de fotos, Óscar Vela contesta una pregunta que por descuido no fue incluida en el cuestionario: ¿Has salido impune alguna vez? “Por supuesto; como todos”, responde. Y en cuatro palabras, de una honestidad brutal, este abogado y escritor deja retratada a una sociedad en la que todos, de una u otra manera, participamos de los abusivos beneficios que nos ofrece la impunidad.

Sentados en una sala de reuniones -que tiene una vista impresionante de Quito-, abrumados abordamos este tema que resuena tanto últimamente. Al final, solo la belleza del paisaje nos reanima.

¿Cuál es nuestra primera escuela de impunidad?
Sin duda yo creo que nos viene del hogar. Y creo que ya es parte de nuestra esencia en una sociedad en la que estamos acostumbrados a no pagar por nuestras faltas. A no responder, a no ser penados. No somos responsables.

Entonces, ¿la familia es el primer escenario donde ejercemos la impunidad?

En un principio, sí. Aun alguien que te puede decir: “No, si en la familia les educamos muy bien, y el momento que salen a la sociedad es cuando se corrompen”. Así somos nosotros. Siempre me he preguntado por qué cuando salimos del país respetamos absolutamente todas las reglas; todas. Y somos ejemplares.

¿Por qué nos pasa eso?
Acá es donde somos impunes, acá vivimos en una especie de feudo y siempre ha sido así. Seguimos siendo un pueblo; un pueblo donde eres más o menos conocido, más o menos relacionado o te mueves bien en cierta zona. Si yo mañana cometo una infracción de tránsito, seguramente tendré cincuenta amigos que me pueden ayudar a salir y a no pagar las consecuencias. Tenemos el tramitador para que nos ayude, no hacemos la fila porque soy el hijito de no sé quién... Y así somos.

O sea que para ti este clima de impunidad que se respira en el país tiene que ver mucho con la estructura clasista, racista y abusiva que nos sostiene.
Sí, esta estructura feudal. Somos todavía un feudo. Porque somos todavía un pueblo, y en el pueblo es bastante más fácil evadir y no pagar las consecuencias, porque te conocen, porque somos pocos.

¿Cuál es el arte que hay que tener para lograr salir impune? ¿Hay un secreto?

Yo te diría que la impunidad en general y el impune van de la mano mucho con el ejemplo, y eso es justo lo que aquí no tenemos. Si tú sabes que aquí un corrupto ha pagado sus culpas y ha sido penado, probablemente ese ejemplo, esa forma de mandar el mensaje a la sociedad te cala y aprendes. Y así funcionan normalmente las sociedades un poco más desarrolladas. Aquí no tenemos ese ejemplo. Entonces la impunidad está consagrada porque no tenemos el referente.

O sea que no hay mérito en el impune, sino que el secreto está en haber nacido en una sociedad como esta.
Sí, en el sistema en el que vivimos. Y volvemos a lo mismo: a una sociedad en la que el sistema de justicia no funciona o funciona de una forma incorrecta. Además, acá la impunidad evidentemente tiene estratos y los ha tenido siempre. Hay menos impunidad en los estratos bajos y muchísima más impunidad o casi total impunidad en los estratos superiores. Así ha funcionado siempre el país.

¿Cómo viviríamos si no existiera la noción de castigo por el mal que se hace?
Sería una anarquía invivible. Y creo que sería imposible. La misma anarquía es una utopía.

Porque vivir sin leyes supone ser muy respetuoso del derecho del otro.
Claro, pero es todo lo contrario. Porque si eres anárquico evidentemente tienes una dosis de rebeldía, y no tienes control, ni norma. Sin creer en la ley imagínate en la anarquía en la que viviríamos.

¿Sería invivible?
Invivible. Necesitas un marco que te regule.

¿En qué se convierte la convivencia cuando la impunidad es la norma?
Precisamente en una sociedad desordenada, en un caos. En una sociedad en la que no tienes el referente que te permita saber que si hay algo incorrecto será penalizado, que si hay una falta esa falta tendrá una sanción. No hay un marco de protección y entonces crees que te puedes pasar los linderos, porque efectivamente puedes. Que puedes bordear sin ningún tipo de problema la corrupción, la ilegalidad e incluso la delincuencia.

¿No se vuelve también una sociedad resentida?
Sí, y confrontativa. Es una sociedad en la que estás en permanente fricción. Eso es lo que nos está pasando a nosotros ahora. Estamos en fricción permanente por lo que sea. Es el mismo hecho de la convivencia lo que nos resulta confrontativo y nos molesta todo: los AP, la oposición, el político, la banca, el periodismo...

¿Estamos hipersensibles porque nos sentimos maltratados?
Totalmente. Y desprotegidos. Porque así es como te sientes aquí: vulnerable. Por eso tienes que vivir a la defensiva, que es como vivimos todos aquí. El símil es con el tránsito nuestro: si tú aquí no manejas a la defensiva, estás jodido, te matan. Aquí tienes que vivir a la defensiva, cuidándote, protegiéndote.

Desconfiando.
Sí, somos desconfiados siempre y de todo.

¿Qué funciona mejor contra la impunidad: un sistema judicial eficaz o el repudio social?
Un sistema judicial eficaz y confiable. Si la justicia fuera eficaz y confiable sería suficiente. El repudio se da en una sociedad como la nuestra, más desordenada, plagada de impunidad. Porque el repudio es probablemente una respuesta a la inacción de la justicia, a la ausencia de penas y sanciones.

¿No crees que el hecho de saber que lo más probable es que salgas impune es una especie de escudo para la gente cobarde que no quiere asumir las consecuencias de sus actos?

Yo más bien creo que ese es el motor que te empuja a pasarte de la raya. Yo no le veo como un escudo. Más bien le veo como un incentivo. Si tú tienes la oportunidad de pasarte de aquí hacia acá (atraviesa con sus dedos una línea que hay en la mesa) porque no te va a pasar nada, porque a los otros no les pasó nada cuando lo hicieron, ¿te pasas o no te pasas? Pensando en que eso que vas a hacer te da ventajas: dinero, posición, lo que sea… cualquier recompensa ilícita, inmoral, si quieres. ¿Te pasas o no te pasas? ¡Te pasas!, porque ya se pasaron los demás.

Apelando a tu vena de escritor, ¿puedes imaginar y describir la sensación del impune cuando se da cuenta de que se salió con la suya, que no le pasará nada?
Una satisfacción enorme. Le veo como un reto, como haber coronado la montaña más alta. La satisfacción que siente debe ser enorme porque sabe que es un ser poderosísimo. Porque quedar impune es darte cuenta de que no tienes ningún tipo de límites.

¿Dices que buscamos la impunidad para sentir que tenemos poder?
Claro, poder. Yo creo que gran parte de nuestros actos, si no todos, están dominados por nuestra vanidad, nuestro ego, nuestra soberbia.

¿De qué tipo de impunidad estás harto?
Te diría que de la impunidad relacionada con lo público, con todo esto que se ha desbordado absolutamente. Porque hemos vivido siempre en medio de esta vorágine de corrupción, más encubierta, o más burda, o más fina… Pero creo que eso llegó a su límite. Hablamos de un país como el nuestro con un nivel económico medio bajo y con escándalos de miles de millones de dólares. Es algo que no tiene ningún tipo de proporción.

¿Qué no debe quedar impune nunca?

Todo lo que se refiere a los delitos contra el ser humano en particular. Si mañana me dicen que los derechos humanos aquí en el Ecuador son absolutamente respetados y no hay impunidad al respecto me quedo tranquilo. Los derechos humanos son para mí el tema innegociable, siempre.

Óscar Vela
Nació en Quito en 1968. Es doctor en jurisprudencia por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador; especializado en propiedad intelectual. A finales de los años 90 empezó a publicar lo que escribía. Hasta ahora ha publicado seis novelas. La más reciente fue ‘Todo ese ayer’ (Alfaguara, 2015); está próximo a publicar su novela ‘Náufragos en tierra’, también con Alfaguara.

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