Personajes de orientación sexual diversa en la literatura de la región. Fotos: Archivo
El Nueve fue el bar gay más popular de Ciudad de México durante las décadas de los 70 y 80. Durante esos años, este espacio se convirtió en el epicentro festivo y en el lugar por el cual circulaban las ideas más globales sobre el mundo y las identidades Lgbti.
La historia de El Nueve y su fundador, el francés Henri Donnadieu, es contada por el periodista mexicano Guillermo Osorno en ‘Tengo que morir todas las noches’, una crónica de largo aliento que incluye relatos sobre los cambios políticos y sociales de México.
La escritura de literatura que tiene como protagonistas a personas de orientación sexual diversa no es nueva en la región. Autores como el colombiano Fernando Vallejo o el peruano Jaime Bayly han creado personajes empoderados de su orientación sexual.
Uno de ellos es el protagonista de ‘No se lo digas a nadie’, la primera novela de Bayly, que cuenta la vida de un joven de la burguesía limeña que descubre su identidad homoerótica en medio de una sociedad donde reina el machismo, la discriminación y la mojigatería.
Un joven que a pesar de las dificultades se logra aceptar a sí mismo. Mario Vargas Llosa diría, años después, que esta es una obra que descubre, con desenvoltura y desde dentro, la filosofía desencantada, nihilista y sensual de las nuevas generaciones.
En las antípodas de este joven limeño está el anciano homosexual que protagoniza uno de los clásicos de la literatura latinoamericana, ‘La Virgen de los sicarios’. La violencia descarnada que afecta a Medellín durante el reinado de Pablo Escobar es matizada por ese amor contrariado que este viejo escritor descubre en Alexis, un joven sicario embelesado por sus zapatos deportivos y su equipo de sonido.
El chileno Pedro Lemebel es uno de los autores de la región que más ha narrado historias de personas de orientación sexual diversa. En el libro de crónicas ‘Adiós, Mariquita linda’ cuenta sus historias amorosas con un joven rapero; su coqueteo en un bar con un obrero de la construcción que trabajaba junto al río Mapocho; o su noche de enamoramiento, sin sexo de por medio, con Adolfo, un pintor cubano que conoció en La Habana y que se había escapado de un hospital.
Dentro de la literatura caribeña, uno de los autores que ha incursionado en el mundo Lgbti es Luis Negrón. En ‘Mundo cruel’, una obra que en su traducción al inglés mereció el Premio Lambda, el más prestigioso otorgado por la comunidad Lgbti, narra su vida de Santurce, uno de los barrios más populares de San Juan.
“Ustedes, las jovencitas, lo quieren cambiar todo de la noche a la mañana. Que si la bisexualidad, que si gay es una identidad política, buchas y locas juntas todo el tiempo; pero, entérate niña, que el mundo es mundo desde hace mucho tiempo”, dice el narrador del relato ‘La Edwin’.
En el ámbito local, uno de los textos referenciales contemporáneos es ‘Angelote, amor mío’, escrito por Javier Vásconez en 1982. Este cuento incomodó y levantó polémica porque puso en escena y como protagonistas a una pareja (Julián y Jacinto) que tenía una relación homoerótica.
En el 2011 se publicó una nueva edición del cuento, de 500 ejemplares, con el prólogo de Juan de Villena, ilustraciones de la artista Ana Fernández y la traducción al inglés hecha por el catedrático y crítico literario Wilfrido Corral.
Pedro Artieda, otro de los autores locales que ha escrito historias con personajes de orientación sexual diversa como los transgénero, comentó en el libro ‘La homosexualidad masculina en la narrativa ecuatoriana’, que “con ‘Angelote, amor mío’ se establece un paradigma en la literatura homosexual. A partir de él, el amor sensual entre hombres toma un giro fundamental en las letras ecuatorianas, en la manera de ser concebido y descrito. No le importa ir en contra de la corriente moral”.