Leonardo Padura y el retratro del Caribe
El escritor cubano estará en la FIL de Guayaquil
De entrada, la literatura de Leonardo Padura tiene un mérito indiscutible: la crítica a los regímenes totalitarios y a las ortodoxias desde una pequeña casa ubicada en Mantilla, un barrio de La Habana.
Uno de los invitados internacionales de la tercera edición de la Feria del Libro de Guayaquil, que se celebrará desde el próximo 6 de septiembre, solo ha salido de su país para participar en encuentros y charlas literarias.
En Cuba, su literatura ha tenido que sortear incompresiones de lectores entusiastas de la ‘revolución’, una circulación bastante limitada de libros y la tendencia de las autoridades de hacerlo invisible.
En medio de esta hostilidad Padura dio vida a Mario Conde, el protagonista de la mayoría de sus novelas y, a estas alturas, uno de los personajes imprescindibles de la literatura latinoamericana.
Uno de los rasgos característicos de la personalidad de Conde ha sido su escepticismo frente a las cosas que suceden a su alrededor. La vida de este expolicía venido a menos, que trabaja de inspector para ganarse la vida, comenzó en ‘Pasado perfecto’, un libro que forma parte de una tetralogía en la que se incluyen ‘Vientos de cuaresma’, ‘Máscaras’ y ‘Pasajes de otoño’.
A través de los ojos de Conde, los lectores de Padura -que se pueden contar por legiones- han presenciado la decadencia de una ciudad, la vida de toda una generación y las metamorfosis en el Caribe de finales del siglo XX.
Curiosamente, en ‘El hombre que amaba a los perros’, una de sus novelas más leídas, Padura deja por fuera a Conde. En esta narración, el protagonismo está a cargo de dos personajes históricos: Liev Davídovich Bronstein -más conocido como León Trotski- y Ramón Mercader, su asesino.
Para ‘Herejes’, su última novela, publicada en el 2013, Conde regresa a escena como un personaje secundario en una novela que cuenta la historia de Daniel Kaminsky, un niño judío que llegó a La Habana en 1939, huyendo de los nazis y atrapado en el enigma de la desaparición de un bien familiar, un lienzo de Rembrandt.
En ‘Herejes’, abre el debate sobre cuáles pueden ser las consecuencias de que el arte y la cultura se pongan al servicio de una causa, un gobierno o un partido.
En sus novelas históricas, Padura utiliza el pasado como una forma de iluminar el presente. Como una certeza de que nada es nuevo en el mundo y que todo de alguna manera pasa por procesos cíclicos.
En sus cuentos, reportajes periodísticos y guiones sus mecanismos narrativos son similares. “En el mundo -dice- hay progreso pero siempre se pasa por los mismos puntos”.