Leonard Cohen: soy tu hombre

El cantante y poeta canadiense de 82 años recibió en el 2011 el Príncipe de Asturias. Acaba de lanzar  ‘You want it darker’.

El cantante y poeta canadiense de 82 años recibió en el 2011 el Príncipe de Asturias. Acaba de lanzar ‘You want it darker’.

El cantante y poeta canadiense de 82 años recibió en el 2011 el Príncipe de Asturias. Acaba de lanzar ‘You want it darker’.

Colocar un disco de Leonard Cohen en el aparato de música es invocar la lluvia sobre los feos edificios de la ciudad, es escupir fuego sobre lo que queda del corazón. Escuchar una canción de Cohen es volver a desnudar a esa mujer que te odia por haberla enamorado.

Cohen es una mezcla oscura de un viejo detective salido de una novela de Raymond Chandler y un decadente amante neoyorkino que deambula por las calles, sin miedo a conquistar el desierto de una mesa solitaria en un cafetín cualquiera.

El 21 de septiembre pasado Cohen cumplió 82 años y sorprendió al mundo con un anuncio (la noticia más feliz que he recibido en estas últimas semanas): el 21 de octubre presentaría un nuevo disco.

La leyenda dice que su agente vació sus bolsillos (se habla de una estafa) y al cantante -que se hallaba retirado- le ha tocado desempolvar el micrófono. Su nuevo trabajo ya tiene nombre: ‘You want it darker’.

El principal atributo de Cohen es su invariable papel de romántico existencialista. Una estampa que se halla en desuso en esta época anodina y cibernética gobernada por hombres que se empeñan en saber más de un partido de fútbol que del primor de robarle una sonrisa a una mujer.

Como un poeta que solo ha coleccionado barcos hundidos, Cohen ha atravesado más de cuatro décadas imprimiendo en cada canción una voluntad por amar y asumir la soledad como la casa doliente en invierno. Su talante melancólico -más que nostálgico- hace que sus letras sean completos himnos al deseo o a la descomposición de los afectos.

Leonard Norman Cohen nació en Montreal en 1934. Es poeta, novelista y cantautor, de ancestro judío.

“Llévame bailando hasta el final del amor. Muéstrame despacio ese territorio del cual conozco solo sus límites”, canta en ‘Dance me to the end of love’. Y cito esta canción pues la conciencia del cantante sobre el amor es sencilla: nace para morir.

Pero -según el lúcido evangelio Cohen- la pasión es un infierno dulce al que no hay que resistirse, con todas sus fiebres o aberraciones, con sus perversiones o decadencias, con sus mentiras y cobardías. Porque en la basura que se sigue acumulando en el horizonte planetario y apocalíptico, nada hay más vivo (inocente) y feliz que un hombre y una mujer entroncándose.

En 2011, el cantante canadiense fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Tanto su obra poética como las líricas de sus canciones están conscientes de una cuerda planetaria (como diría Cerati) que se está rompiendo. El mundo está enfermo, es un hospital o una prisión, un frío living diseñado para la ansiedad y la locura.

Cohen enjuicia a la pocilga global donde despierta cada día. Desprecia la realidad y sus desamores, donde depositó sus esperanzas.

“Dame crack y sexo, coge el único árbol que queda y mételo en el agujero de tu cultura. Devuélveme el Muro de Berlín, dame Stalin y San Pablo. He visto el futuro, hermano: es un crimen. El antiguo código occidental saltará en pedazos. De pronto, estallará tu vida privada. Verás a tu mujer colgada boca abajo, su vestido cubriéndole el rostro y todos los miserables poetuchos aparecerán intentando sonar a Charlie Manson”, canta Cohen en la canción The Future.

Quizá la moral hipócrita -que ahora se propaga y vende en redes sociales- se asuste con la anarquía del poeta canadiense. Pero su escepticismo no es asunto reciente. Lector de Federico García Lorca, William Butler Yeats o de Walt Whitman, publica en 1954 sus primeros poemas. En ese tiempo ya venía escribiendo versos que luego utilizará en sus canciones. Y desde una isla griega llamada Hidra hace de la década de los sesenta su momento poético.

Sin mayor pena ni gloria publica los poemarios ‘Flowers for Hitler’ (1964) y las novelas ‘The Favourite Game’ (1963) y ‘Beautiful Losers’ (1966). En ese año, cuando sale a la luz ‘Parasites of Heaven’, otro poemario, los lectores le dan nuevamente la espalda.
Un año después Cohen estaba trepado en la canción folk, despechado de su experiencia como escritor sin lectores.

Ya como un cantautor reputado, en 1984, obtuvo el galardón Canadian Authors Association Literary Award a la poesía por su libro ‘Book of Mercy’ (una colección de cincuenta poemas influidos por escritos Zen y por el Talmud).

Este año, 2016, regresa el hombre de la voz cascada, voz hecha de granos de nieve y humo de cigarrillos.

Su primer sencillo, ‘You want it darker’ está armado con una sonoridad que evoca a un templo penumbroso, oliendo a incienso y fieles arrastrándose de rodillas a la muerte. “¡Quieres más oscuridad!”, afirma la tonada varias veces.

Siguiendo su letra, nos aprestamos a un careo entre un hombre piadoso/rebelde y su creador. “Si tu repartes las cartas, yo estoy fuera del juego. Si tú eres el que sana, eso significa que estoy maltrecho y cojo”.

En el coro se repite la palabra “Hineni” que en hebreo significa: aquí estoy, listo para lo que ordenes, mi señor.

Y como verso que derivará en polémicas, nos regala esta línea: “No sabía que tenía permiso para matar y mutilar”.

A sus 82 años, esta es la plegaria/canción que nos trae Leonard Cohen este octubre plagado de lluvias.

En las ocho restantes canciones que componen el disco (número catorce en su carrera en estudio), retoma los terrenos del amor y el deseo. En la canción ‘Treaty’, por ejemplo, una línea poderosa reza: “Uno de los dos era real y ese era yo”.

El cantante a sus 82 años rebosa vitalidad. Explora nuevas estéticas y narrativas. Juega. Corre riesgos. Tropieza. Salta sin paracaídas sobre la partitura musical y sus hallazgos tiene el sabor de la inmortalidad y la gloria.

Más flaco, con sombrero (a él sí le luce), cínico, sonríe con la sabiduría de haber sobrevivido a los tacones y a las uñas de mujeres asesinas.

“Yo gatearía por ti, nena, caería a tus pies y aullaría por tu belleza como un perro en celo. Y arañaría tu corazón y desgarraría tus sábanas. Te diría, soy tu hombre”, canta en aquel himno llamado: ‘I’m your man’.

Si tu esposo (o tu pareja) nunca te ha dedicado una canción de Leonard Cohen, posiblemente es tu mejor amigo, pero no tu hombre.

*Escritor, autor de la novela ‘Caballos en la niebla’, editorial Planeta-Seix Barral.

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