Algunas de las figuras de colección de Víctor Bustamante, Daniel Pérez y Francisco Calderón, que pertenecen al club Tokusatsu Ecuador. Foto: Armando Prado/ EL COMERCIO
La influencia japonesa en occidente va más allá de los avances tecnológicos que, cada cierto tiempo, sorprenden por su diseño y su funcionalidad. En ese país asiático también surgieron otras formas de entretenimiento que han dejado un importante legado en el imaginario del otro lado del mundo.
Dentro de esa gama de producciones (anime, películas y series) destaca un género televisivo cuya trama se sostiene en la eterna lucha entre el bien y el mal. Se trata del Tokusatsu, un formato de producción fílmica caracterizado por incluir efectos especiales que permiten mostrar la transformación de personas normales en superhéroes robotizados.
El ejemplo más claro y reciente de este género es la clásica serie ‘Power Rangers’. A pesar de ser un producto americano, su productor, Haim Saban, adaptó la propuesta temática oriental y le dio matices más occidentales, sin dejar de lado la esencia con la que nació el súper sentai (superescuadrón).
Para Daniel Pérez, fundador del club Tokusatsu Ecuador, la serie de los Rangers sirve para explicar la esencia del género a otros fanáticos y también funciona como la puerta de entrada para el mundo Tokusatsu.
En su caso, el acercamiento con esta ramificación se dio cuando tenía cuatro años de edad. Al ver en la pantalla las escenas de Laiman (se trasmitió en televisión nacional durante la década de los noventa) se enganchó con la propuesta y germinó en él una admiración más grande por las series.
Desde entonces, ha estudiado las tramas de otros casos representativos (VR Troopers, Ultraman, Jiban, Kamen Rider) y empezó a coleccionar toda clase de figuras relacionadas con los protagonistas.
El punto de encuentro que caracteriza a todas estas producciones es el acto de transformarse. Y es justamente esa condición la que hace atractivas a las series. “Me identifico con el género porque promueve la amistad, el compañerismo y sobre todo la tolerancia”, comentó Pérez, que se desempeña como abogado.
Otros fanáticos, como Víctor Bustamente, ven en el Tokusatsu a un espejo en el que se reflejan los problemas que deben afrontar las personas adultas. “En el anime la mayoría de protagonistas son adolescentes. En cambio aquí las tramas y los conflictos les ocurren a personas de una edad mayor”.
Esta admiración por los héroes transformados permitió que hace tres años se conforme Tokusatsu Ecuador. En sus filas, están aficionados a las series japonesas que promueven su difusión y se encargan de informar en blogs sobre nuevas producciones y eventos del género en el país.
Una vez por mes, los miembros del club se reúnen en centros comerciales de la ciudad para intercambiar figuras, planificar concursos y platicar de sus personajes favoritos. De hecho, hace dos semanas se llevó a cabo la segunda edición de la Expo Tokusatsu, que se desarrolló en la Universidad Central. En la cita hubo trivias, proyección de películas y un concurso de Cos Play. Es decir, del disfraz que mejor represente al personaje de alguna serie.
A esta cita acudió Francisco Calderón, quien tiene al detective motorizado Jiban como uno de sus referentes del Tokusatsu. Este recordado policía oriental pertenece al subgénero Metal Hero (héroe de metal) e influenció a muchas generaciones en los ochenta.
“Estas series fueron fundamentales cuando crecí”, aseguró, mientras mostraba un muñeco realista del recordado héroe japonés. El aporte de estas series en su vida fue notorio, dijo, ya que en las escenas se envía un mensaje -implícito o explícito- de cómo debe ser el comportamiento de una persona correcta y pulcra.
Por esa razón, empezó a coleccionar figuras, libros, películas, cascos y otros artículos del género japonés. Actualmente, la inversión que realizó bordea fácilmente los USD 8 000.
La Internet es una de las plataformas de consulta e intercambio que manejan los Tokusatsu Boys. A través de la Red, pueden acceder a capítulos poco conocidos y logran entablar contactos con fanáticos de otras regiones.
Por el día y la tarde, los miembros del club se dedican al trabajo, al estudio y a otras actividades personales. Pero por la noche, ellos también se transforman en los protectores y difusores del Tokusatsu. Así, entre ‘morphosis’, figuras y colecciones, estos apasionados mantienen intacto su ‘niño interior’.