Las pequeñas bancas se desordenan levemente cuando los niños se paran y levantan la mano ante cada pregunta de la maestra.
Es jueves y cerca del mediodía, Margoth Tito lee un texto sobre La breve historia de las vacunas.
¿De qué se trata este título? pregunta la joven maestra que a esa hora da clases de Lenguaje en cuarto año de la Unidad Educativa Solidaridad, en el sur de Quito. Sebastián Arcos, de 8 años, dice que tiene que ver con que “un chino descubrió la anestesia”. Jhosep Palacios, de la misma edad, indica que “se trata de las medicinas para los enfermos”. Las respuestas de los alumnos fluyen y son diversas.
Diez minutos después, Tito hace una pausa y entre el bullicio de los alumnos cuenta que esta forma de enseñanza se llama lectura crítica o comprensiva.
Este mecanismo no es más que permitir que los alumnos lean la información, debatan, saquen ideas y opinen. Hace cuatro años, Tito y 11 compañeros más de la Unidad educativa comenzaron un curso de esta temática en la Universidad Andina Simón Bolívar. La preparación terminó en 2009, pero Tito ya aplicaba antes el método.
Cerca al aula donde labora la profesora está el segundo grado de Nancy Aguirre. Ella igual siguió el curso en la U. Andina y recuerda que antes de esta preparación académica, los niños eran sometidos a un mecanismo de repetición. “Se les decía que hagan una página entera de la, le, li, lo, lu. Eso no permitía que el alumno se desenvuelva. Con la lectura comprensiva, los niños opinan de un cuento y cada uno puede dar un final distinto”.
En la Universidad Andina, Anita Alvarado es la asistente de capacitación para los docentes que luego enseñarán a los estudiantes. Ella explica que la lectura crítica ayuda a comprender los textos. “Nunca nos enseñaron a entenderlos. Nos decían saquen un resumen de una lectura y lo que hacíamos era cortar pedazos de un escrito”.
La lectura crítica tiene varias fases. Lo primero que Alvarado enseña a maestras como Tito y Aguirre es que la lectura debe ser un material interesante para el alumno. Para avanzar es necesario sacar las palabras desconocidas de cada párrafo y luego las ideas principales.
Tito sigue con la clase para sus estudiantes y pregunta qué palabras difíciles hallaron en el texto de las vacunas. ¿Qué es tuberculosis? ¿Qué es biológico? ¿Qué es químico?… Son inquietudes que encontraron los chicos.
Para impulsar esta enseñanza, el Ministerio de Educación realiza un curso de lectura crítica para 15 651 profesores de 21 provincias. En Pichincha (Quito), arrancó ayer.
Elena Yánez, profesora del quinto año B de la escuela Virginia Larenas, en el sur, se inscribió en este taller. La educadora, que la mañana de ayer tomó una prueba a sus estudiantes, confiesa que ellas leen pero que no entienden el contenido. “No pueden hacer una crítica de la lectura. Leen y cuando pregunto qué leyeron no saben qué decir. En el examen dije que hagan un gráfico, pero no respondieron solo porque no leyeron bien”.
Mientras salía del aula, luego de terminar la prueba, Carla Barrionuevo dice que para entender un texto deben leer una y otra vez los párrafos. Mientras la niña habla, más compañeras se acercan y dicen que sí hay fallas en la comprensión, pero que reciben la ayuda de la maestra.
Yánez espera que las cosas comiencen a cambiar con los talleres del Ministerio. “Las repercusiones aparecen cuando la alumna va al colegio y no aquí”.
Pasado el mediodía del jueves, Margoth Tito casi termina la clase. Pero antes pregunta qué aprendieron con respecto a las vacunas. Las respuestas son varias: que previenen enfermedades, que inmunizan al cuerpo, que existen varias en el mundo…
Un taller de 60 horas
El taller de literatura crítica que desde ayer ejecuta el Ministerio de Educación durará 60 horas. En Quito, las clases son desde las 14:00 hasta las 18:00.
El curso -señaló esta Cartera- sirve para el ascenso de categoría, méritos y desarrollo profesional. Está dentro del Programa de Formación Continua, que es dirigido por la Dirección Nacional de Desarrollo Profesional (Dinadep) del Ministerio de Educación y forma parte del Sistema Integral de Desarrollo Profesional Educativo (SíProfe).
En este Gobierno, es el segundo curso de este tipo y se dictará en universidades como la Salesiana y Andina. El año pasado, Soledad Mena, quien también es responsable de capacitación docente en lectura y escritura de este último centro, laboró en las escuelas de Mulalillo, en Cotopaxi.
En esta tarea, que impulsó la Andina, se usaron frases comunes para los niños, como “Arroz con leche me quiero casar con una señorita…”.
En una lectura inicial, todos los alumnos dijeron que se quieren casar. Al preguntar qué significa casarse, un alumno contestó que es tener a una pareja para que le ayude en casa. Luego de escuchar eso otra niña respondió que ya no quería hacerlo.
Mena asegura que este tipo de ejercicios permite que los niños y niñas sean más críticos con respecto a lo que leen a diario.