La comunidad de Cachiviro, en Otavalo, ya incursiona en el turismo comunitario con nuevos recorridos. Foto: José Luis Rosales / EL COMERCIO
El paseo en lancha por el lago San Pablo, en Otavalo, Imbabura, es uno de los nuevos atractivos que ofrece Cachiviro. Así explica Daniel Villagrán, comunero de esta parcialidad kichwa, situada a las orillas del lago.
Desde el muelle Kaimanta Ricuna (Mirador, en español), de donde parten los botes, hay una vista privilegiada del complejo lacustre y del ‘taita’ Imbabura, considerado una deidad para los nativos.
En mayo pasado, durante el feriado, a un vecino de la parcialidad se le ocurrió colocar un letrero al filo de la carretera Panamericana. Mediante el cartel se invitaba a los turistas a conocer este paraje que es el hogar de 450 familias indígenas, comenta Rosa Aguilar.
“Eso fue un impulso para organizarnos”, recuerda esta dama, que viste anaco, blusa bordada y alpargatas. Aguilar tiene un puesto de venta de comida. Un platillo de fritada con choclo vende a USD 2,50. Mientras que un vaso de morocho con empanada a 1,50.
El arribo de turistas también es aprovechado por artesanas como Juana Villagrán. Lleva 8 de sus 39 años tejiendo las doradas fibras de totora.
Esta mujer, de piel morena, es hábil para elaborar canastos, alpacas, patos y balsas, de esta fibra que crece generosa en las orillas del Imbakucha. Así también le conocen los vecinos a esta cuenca.
La Asociación Rey Mola Cocha, en cambio, adquirió los botes de fibra de vidrio para ofertar paseos por el complejo lacustre. Todas tienen nombres singulares. Una de ellas fue bautizada como ‘taita’ Imbabura, en honor al volcán que protege la laguna.
Actualmente los comuneros solo ofertan sus servicios durante los fines de semana y feriados. De esta manera este emprendimiento comunitario se suma a la variedad de ofertas turísticas del sector.