La justicia indígena tiene un fin espiritual

Los yachaks, ancianos y dirigentes de las comunidades presiden los juzgamientos. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO

Los yachaks, ancianos y dirigentes de las comunidades presiden los juzgamientos. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO

Los yachaks, ancianos y dirigentes de las comunidades presiden los juzgamientos. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO

El juzgamiento indígena que se realiza cuando un miembro de la comunidad comete una infracción no solo consiste en aplicar un castigo sino en recuperar la armonía espiritual y reivindicar los daños, según los yachaks de Chimborazo.

En esa provincia los delitos menores como violencia intrafamiliar, infidelidades o robos que ocurren en las comunidades indígenas se tratan en audiencias comunitarias. El objetivo de estos eventos es ayudar a la persona a no cometer más delitos y a la reparación de los daños a los afectados.

La Gobernación de Chimborazo inició un programa de capacitación para difundir los alcances de la justicia indígena y de la justicia ordinaria.

“Lo que hacemos en las comunidades cuando se comete un delito es lo mismo que hacían nuestros ancestros antes de que las leyes se crearan”, explica Manuel Gualán, presidente de la Organización de Brigadistas Comunitarios.

Esta agrupación cuenta con la participación de 90 personas que custodian la seguridad en 64 comunidades de Columbe, en Colta. Ellos colaboran con la Policía Nacional y también participan cuando hay juzgamientos indígenas en las comunidades.

Gualán explica que no se trata de “castigar por castigar”, sino que consiste en una armonización espiritual que permitirá a la persona ser un miembro útil en la comunidad.

“Siempre, cuando hay una persona que hizo algo mal, pedimos el consejo de los mayores. Hablamos con los afectados y con la persona que cometió el delito, lo que hacemos luego no es un castigo sino una purificación y una reparación”.

Antes de los juzgamientos, que se realizan en presencia de toda la comunidad, los yachaks preparan una ceremonia ritual. Allí piden la compañía de los cuatro elementos sagrados de la cosmovisión andina (agua, aire, tierra y fuego).

En las ceremonias se utilizan plantas medicinales que se consideran sagradas y se recolectan en los páramos y en los huertos de las casas.
La ortiga tiene una función protagónica durante los juzgamientos indígenas. Esta planta es urticácea y se caracteriza por liberar una sustancia ácida que causa inflamación a la piel.

Pero según los yachaks, no es por eso que se utiliza al aplicar justicia indígena, sino por sus propiedades purificantes.

“La ortiga se consume para purificar el cuerpo cuando está intoxicado. Es muy efectiva”, dice Fabián Cepeda, de la comunidad San Bernardo Alto.
Los yachaks comentan que se utiliza en las ceremonias de juzgamiento porque purifica la energía de la persona que cometió el delito y le ayuda a volver al camino correcto.

“Nosotros creemos más en la justicia que conocemos que en la de las ciudades, porque después de los castigos y la reparación de los daños a las personas afectadas, vuelven a ser miembros productivos de la comunidad”, manifiesta Cepeda, un yachak de 90 años.

Luis Vallejo, juez multicompetente de Guamote, estudió la justicia indígena y la ritualidad al aplicarla. Él capacita frecuentemente a los dirigentes comunitarios para evitar que en los juzgamientos se cometan otros delitos en contra de los infractores.

“La justicia indígena es eminentemente espiritual y se aplica con base en los criterios de la cosmovisión y la tradición, sin embargo, hay atribuciones que sólo le competen a la justicia ordinaria”,explica Vallejo. Una de las diferencias que causa debate es que las comunidades no concuerdan con el criterio de aplicar la cárcel como sanción a un delito.

“Pensamos que ser ocioso también es incorrecto y eso es lo que ocurre en la cárcel. Queremos que el infractor trabaje y se reivindique con los afectados, no perder un miembro de la comunidad”, dice Gualán.

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