Joaquín Sabina se presentará este 5 de junio en el Coliseo Rumoñahui, de Quito, a las 20:30. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
500 noches para una crisis es la gira “más feliz, compartida, de mejor calidad” que Joaquín Sabina ha realizado durante su vida artística. El español que lleva más de dos décadas sobre los escenarios llega este 5 de junio a Quito con una presentación que revive su “último jalón de vida disparatada y loca”.
En entrevista con El Tiempo, de Colombia, el autor de canciones ya emblemáticas como Y sin embargo expresó lo que representa actualmente su vida musical, lejos de los excesos que caracterizaron gran parte de su período creativo.
500 noches para una crisis es una suerte de homenaje a su disco más representativo, 19 días y 500 noches, publicado en 1999. “La elección de las canciones es de nuestro repertorio favorito y que ya está rodada, ya la hemos hecho por Argentina, por Uruguay, Chile y España, así que estamos en un momento de luz ahora mismo”, comenta ‘el flaco’, de 66 años.
Precisamente un año después de la publicación de ese álbum, en 2000, Joaquín Sabina sufrió un leve infarto cerebral que lo mantuvo alejado de la escena artística por aproximadamente tres años. Ese debilitamiento en su salud también lo obligo a alejarse de la vida bohemia, a través de la cual construyó ese personaje de hombre mujeriego y borracho.
“En los últimos 15 años, para poder seguir subiéndome al escenario por las noches, dejé de llevar esa vida loca de no dormir y de acostarme de madrugada. Lo que hago ahora, como los conciertos son muy seguidos, es estar mudo, no hablar. Cuando me acabo los dos libros que tengo me subo por las paredes y entonces me compro unos cuadernos y me hago garabatos, escribo versos y dibujo: eso me calma”, confiesa.
Lejos de la fiesta, el cantautor indica que ahora su tiempo libre lo comparte con la gente querida, “una copa y una buena conversación después de un concierto, si es posible, en un bar más o menos íntimo donde nadie me conozca. Eso es realmente lo que me gusta”.
Esa vida de bar en bar no la llevó solo. Uno de sus compinches fue el fallecido Gabriel García Márquez. Sabina recuerda que en sus visitas a Ciudad de México, donde estaba radicado el escritor colombiano, iban a un sitio donde había un piano bar y cantaban. “A ‘Gabo’ le gustaba mucho bailar y cantar, y lo hacía afinadito. Cantábamos con los mariachis, luego bailábamos cumbia, pero cantar era siempre con mariachis”.
Durante los dos últimos años de vida del ‘Gabo’, Sabina revela que ya no lo reconocía. “La ‘Gaba’ Mercedes (su esposa) lo sacaba y seguíamos yendo al mismo sitio, seguían viniendo los mariachis, yo le cantaba al oído y él, aunque no me conociera, me hacía dúos y era una maravilla”.
En ese contexto, en la actualidad, Joaquín Sabina ya no le teme a la vejez. “Me cuesta mucho y en eso estoy, escribir sobre lo bueno y lo malo, más malo que bueno, que es envejecer, el deterioro, perder a los amigos, esas cosas que pasan a partir de cierta edad. No le tengo miedo a la vejez, me encuentro totalmente resignado (risas), lo peor es perder amigos cada día”, concluye.