Sus ojos azules cautivan a primera vista y su sonrisa no desaparece durante su jornada diaria de trabajo.
La alegría que emana Jessica Abel, de 32 años, se contagia entre los 72 adultos mayores, a los que cuida en el ancianato Feliz Hogar, en Carapungo, Quito.
Esta joven de cabello rubio y estatura baja tiene síndrome de Down y hace un año y medio consiguió su primer empleo.
En su último año de secundaria en la Fundación EINA entró a este ancianato como pasante y se quedó. Su hora de entrada es a las 08:30, pero llega 15 minutos antes todos los días. Esto causó una buena impresión en María de Lourdes Alvarado, directora, quien después de tres meses la contrató. “Es ordenada, solidaria y comedida”, comentó.
En este sitio Jessica es polifuncional, de 09:00 a 10:00 hace bolitas de algodón para las curaciones, en el área de enfermería.
En un día hace hasta dos pacas. Para la enfermera Cristina Viteri, Jessica es “de mucha ayuda, cada vez que se le asigna una tarea lo hace con responsabilidad y cariño”. Y cuando hay muchos pacientes contesta el teléfono.Luego de hacer las bolitas colabora en las terapias ocupacionales o recreacionales, que reciben los adultos mayores. El jueves pasado enseñó a bailar a Carmela Ricaurte, de 75 años. Al ritmo de una canción de reggaetón, le exhortó a levantar sus brazos. Jessica sabe que los ancianos requieren de tratamientos, que los mantenga en movimiento y a su vez los divierta.
A la hora del almuerzo se coloca un delantal y una gorra en su cabello para colocar la vajilla y los cubiertos en las mesas. Para quienes tienen diabetes ya sabe que no debe servirles jugo con azúcar. A los que no pueden alimentarse solos les da de comer.
En la tarde, una de las actividades que más disfruta es sacar a pasear a los “ancianitos” en el jardín. “Yo converso con ellos y les hago compañía”. Una de sus cualidades es ser muy sociable.Rosario Acosta, Martha Muñoz y Alicia Araujo, internas del asilo, cada vez que la ven la saludan con abrazos, en los pasillos.
“Me gusta ayudar a los ancianitos, darles cariño y respeto. Ellos me dan amor y quiero estar siempre a su lado”, dice Jessica.
Cuando hay visitas de extranjeros en el asilo, Jessica es la traductora. “Ella nos ayuda a comunicarnos. Es un angelito de esta casa”, comenta Álvarez.
Jessica nació en EE.UU., donde vivió hasta los 7 años y aprendió inglés, como su primera lengua. Luego vino a Ecuador y su madre Yota Ruiz le enseñó el español y de su padre Claus Abel, aprendió el alemán.
Actualmente vive con su tía materna Delta, pues sus tres hermanos y padres están en Alemania. Durante las vacaciones aprovecha para visitarlos.
Su jornada laboral termina a las 16:00. Se despide de los adultos mayores con abrazos.
En un bus público regresa a su casa. Jessica va y viene sola, desde adolescente aprendió a movilizarse por sí misma. No se pierde, ya conoce las líneas de bus en las que debe transportarse. Sus tiempos libres comparte con sus amigas Ibeth Enríquez y Tatiana Argoti, sale de compras o va al cine.