Al jazz le debemos todo: una guía para principiantes en su Día Internacional

Tal vez usted no suela escuchar jazz como tal, pero sus elementos siguen presentes en casi cualquier estilo de música contemporánea.

Tal vez usted no suela escuchar jazz como tal, pero sus elementos siguen presentes en casi cualquier estilo de música contemporánea.

Tal vez usted no suela escuchar jazz como tal, pero sus elementos siguen presentes en casi cualquier estilo de música contemporánea. Fotos: Wikicommons y Librería del Congreso de Estados Unidos

¿Qué tienen en común el soul de Amy Winehouse, el R&B de Adele, el sonido funky de los Red Hot Chili Peppers, la salsa de Rubén Blades y los acordes blueseros de Pink Floyd? Tal vez piense que son muy distintos, pero tienen las mismas influencias. De no ser por el jazz y sus subgéneros, estos artistas tendrían un estilo totalmente distinto, o tal vez ni siquiera existirían. Este domingo 30 de abril de 2017 se celebra el Día Internacional del Jazz y a continuación una guía básica para entenderlo.

Estos géneros configuraron nuevos cánones armónicos que revolucionaron la creación musical. Tal vez usted no suela escuchar jazz como tal, pero sus elementos siguen presentes en casi cualquier estilo de música contemporánea. “El jazz es un pilar importantísimo para cualquier forma de música popular que descienda del blues”, asegura Raimon Rovira, director de la Big Band de la Universidad de las Américas (UDLA) y profesor en esta institución educativa.


Nueva Orleans y su ‘fanesca cultural’

No existe un registro histórico exacto de quién inventó el jazz. Se atribuye más bien el nacimiento de este género a una ciudad en particular: Nueva Orleans, Luisiana (EE.UU.). Para fines del siglo XIX, este era uno de los puertos principales de ese país y, por tanto, se desarrolló como una urbe donde se fusionaron un sinnúmero de culturas y estilos musicales diferentes.

Jay M. Byron, director de la Escuela de Música de UDLA, define a la ciudad como “una fanesca cultural”. Estilos como la ópera, las bandas militares que tienen su origen en la Guerra Civil estadounidense, la música clásica, el góspel (música religiosa), el folk y el ragtime (una melodía sincopada usualmente interpretada con el piano) comenzaron a fundirse y conformaron el nacimiento de este género.

Aunque se atribuye su nacimiento a Nueva Orleans, el jazz con el pasar de los años se dispersó alrededor del mundo hasta convertirse en una suerte de lenguaje musical universal. Como el gitano analfabeto Django Reinhardt, que tomó los sonidos y armonías propios de su herencia cultural, los mezcló con algo del swing proveniente de Estados Unidos y se convirtió en uno de los referentes del jazz europeo en la década de los 30 y en uno de los guitarristas más aclamados en la historia musical, con únicamente tres dedos en su mano izquierda; o el nigeriano Fela Kuti, cantautor y activista de derechos humanos, quien tomó al jazz y lo fusionó con los sonidos ancestrales africanos, llegando así a consolidarse como el creador del ‘afrobeat’.

Un contexto de segregación racial

La abolición de la esclavitud, tras la Guerra Civil, dejó varias cicatrices abiertas y la segregación racial se convirtió en el nuevo orden social en muchos estados de la nación norteamericana.

Bajo este entorno surge el blues “como una manera de resistir a la monotonía y a la opresión de la esclavitud. Se convirtió en una manera en que los afroamericanos lograban integrarse en la sociedad blanca como entretenedores”, asegura Byron.

Pese a que artistas de distintos subgéneros, como Nina Simone o Charles Mingus, utilizaron al jazz como una plataforma de contestación ante la segregación, Byron asegura que este fenómeno ocurre en todos los géneros musicales. “La música puede ser un vehículo para la protesta, pero no es necesariamente su única función”, puntualiza.


La revolución de la improvisación

Aunque este nuevo movimiento musical se consolidó en Estados Unidos, buena parte de sus orígenes son europeos. Este “usa instrumentos tradicionales europeos como la trompeta y el saxofón, usa la armonía tradicional europea, pero también tiene elementos de blues”, asegura Byron.

El jazz tiene algunos aspectos claves para ser reconocido como tal. Su compleja armonía y las escalas y acordes en blues son probablemente uno de los más reconocibles. Según el docente universitario, “algunas de las raíces más fuertes del jazz están en el blues”.

Otra de las características fundamentales de este estilo es la improvisación. Aunque no es un elemento obligatorio (por ejemplo, en los temas más conocidos del swing de Benny Goodman hay solos de vientos, pero no improvisación), sí es un factor común que utilizan los artistas que se agrupan en este género.

Pero ¿Por qué improvisar? Pues porque las posibilidades son infinitas y se pueden crear, en base a un mismo marco de referencia o patrón, miles de combinaciones distintas; una improvisación nunca va a sonar de la misma manera dos veces.

“La improvisación es una de las más puras formas de libertad de expresión en la música”, enfatiza el director de la Escuela de Música de la UDLA. Aunque es en el jazz el género donde más se utiliza la improvisación, no es un elemento exclusivo de este género. “Bach y Beethoven también improvisaban”, dice Byron, aunque utilizaban “distintas estructuras”, como las fugas, que consisten en la polifonía mediante el uso del contrapunto.

La improvisación tomó un rol fundamental para los descendientes de esclavos que no tenían una formación musical formal, pero entendían la armonía a través del oído y la práctica. “La improvisación no era nueva para los negros. A ellos los sacaron de sus países natales y fueron traídos a un mundo nuevo. No hablaban el idioma, no conocían la cultura, estaban trabajando para alguien cuando antes habían sido libres. Para poder sobrevivir, ellos tuvieron que aprender a improvisar”, asegura Byron.

Aunque a simple vista, para quienes no están acostumbrados a escuchar jazz, la improvisación pareciera carecer de estructura, esto no es así. Byron asegura que “no puedes tocar cualquier cosa que quieras porque se convierte en cacofonía”, una combinación de sonidos sin un marco armónico.

Cada músico tiene su propio estilo y deja su propia marca al momento de improvisar. “La improvisación no es solo cuestión de tocar las notas que van de la mano con la armonía. Puede ser sobre tu propio sonido o tu vibrato (ondulación del sonido), tu expresión personal, la manera en que tú fraseas”.

De los salones de baile al bebop

Hasta la década de los 50, el jazz se consolidó como uno de los principales géneros populares entre las generaciones jóvenes de la época; es decir, el jazz era el pop de hace medio siglo. “Los principales hits y el top 40 de esa época estaban compuestos por temas casi exclusivamente de jazz”, dice Raimon Rovira.

Artistas como Duke Ellington, Count Basie, la cantante Ella Fitzgerald o el clarinetista Benny Goodman ponían a bailar a salones repletos de gente. El swing y las big bands (bandas conformadas por un gran número de instrumentos) se encontraban en auge y se convirtieron en la principal música de fiestas.

Esto cambió con la llegada del bebop, que comenzó a popularizarse entre los músicos en la década de los 40. Charlie Parker (saxofonista), Dizzy Gillespie (trompetista y cantante) y Thelonious Monk (pianista) fueron los principales referentes de este estilo. El bebop es mucho más difícil de escuchar, requiere una mayor atención y no se presta para el baile. Para quienes no están acostumbrados, inclusive, puede resultar algo pesado de escuchar.

Jay Byron comenta que “a la gente le suele gustar la música con la cual pueden bailar. Cuando el bebop convirtió al jazz en una forma musical más artísitica, perdió mucho seguimiento porque las personas no podían bailar con este género; no lo entendían. Para muchos de ellos, toda esta improvisación estaba más allá de lo que podían soportar sus oídos, les sonaba a cacofonía”.

Diez años después, en la década de los 50, se posicionó el cool jazz desde California. Cuando el trompetista Miles Davis (que había sido alumno de Charlie Parker) decidió distanciarse del bebop y su áspero sonido para aproximarse a un estilo más calmado y con mayores influencias armónicas europeas. Dave Brubeck (pianista), Chet Baker (trompetista) y Gerry Mullingan (saxofón barítono) fueron algunas de las figuras claves de este género.

El jazz de hoy

Hoy en día, el jazz ha evolucionado hacia un género compuesto por cientos de vertientes y estilos distintos. “Ahora el jazz es una fusión muy diversa. Es muy difícil ponerle una clasificación estrecha porque se ha convertido en una especie de música del mundo”, dice Byron.

Este género se ha convertido en un pilar fundamental para la enseñanza de la música moderna, convirtiéndose en una de las principales metodologías pedagógicas en esta área. Esto, puesto que “es un género muy completo”, según Byron. Para Raimon Rovira, “la enseñanza de la música popular en cualquier parte del mundo es impensable sin las herramientas que nos proporciona el jazz, tanto en armonía, como en melodía”.

El trompetista y cantante Louis Armstrong dijo una vez: “Existen solo dos tipos de música: la buena y la mala”. Para Jay Byron, estas dos clasificaciones pueden estar presentes en cualquier estilo, ya sea reguetón, jazz o cualquier otro. Y uno de los principales elementos que necesita un músico para posicionarse en la primera categoría es reinventarse constantemente, aprender nuevas cosas y abrirse a un mundo de posibilidades.

“Hay músicos que aprenden a tocar cierto estilo y se apegan a él por el resto de su vida. Algunas personas se vuelven millonarias haciendo eso. Pero el verdadero espíritu de un músico de jazz es justamente no hacer eso, sino evolucionar, mejorar y aprender más”, concluye Byron.

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