La cosecha de la cebada se convierte en un ritual heredado de las comunidades ancestrales de Chimborazo. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
El jaway, un canto indígena que se entona durante las mingas para agradecer por la cosecha, está por desaparecer. La tecnificación agrícola y la migración son algunas de las razones por las que el ritual ya no se hace con frecuencia en las comunidades de Chimborazo.
El ritual se inicia con una ceremonia andina en la que participan los propietarios de los terrenos donde se realizarán las mingas y las autoridades de la comunidad. El propósito es reflexionar y agradecer a cada uno de los elementos sagrados que intervinieron para que el cultivo haya prosperado.
Luego, la gente se ubica en fila de un extremo del terreno al otro y empieza la cosecha. Son varios personajes quienes intervienen en el ritual.
Un Paqui es el encargado de liderar los cantos. Él compone las rimas que se entonarán durante el trabajo, camina guiando a los cosechadores y repite tonadas en kichwa. La gente que le acompaña responde al unísono “jaway, jaway, jaway”.
“Le cantamos al fuego, al agua, al viento y la tierra. Todos estos elementos sagrados ayudaron a las semillas a convertirse en plantas y luego a dar sus frutos para que nosotros podamos comer.
Tenemos que ser agradecidos, porque si no, la Pachamamita no nos dará más alimentos”, dice Manuel Bagua, de 82 años.
Él fue elegido Paqui por su edad y sabiduría.
Cuando era niño ayudaba a su mamá a repartir la chicha de jora a todos los cosechadores. Cuenta que antaño, todos los habitantes de la comunidad estaban comprometidos a participar en las mingas de sus vecinos.
“Antes, si queríamos que nos ayudaran a cosechar el trigo, teníamos que ayudar a familiares y amigos. Si una familia no se presentaba en la minga, estaba condenada a no recibir ninguna ayuda de nadie el resto del año”, dice Bagua.
Él es uno de los últimos conocedores indígenas de este ritual en Chimborazo, pues en los campos las mingas se reemplazaron con máquinas que facilitan las labores. Además, los jóvenes ya no están interesados en aprender los cantos.
Además de la ritualidad, el canto tiene la función de animar a todas las personas que participan en la minga. Por eso algunas canciones de cosecha también hablan sobre las mujeres, el amor, los animales y la cotidianidad de las familias.
En la época de las haciendas el jaway se entonaba para burlarse del capataz que vigilaba los trabajos. “El hacendado no entendía kichwa, por eso nos reíamos.
El jaway era una forma de mantenernos animados a pesar de los maltratos”, señala Antonio Bastidas, Paqui de la comunidad Chatun San Francisco.