El poeta panameño Javier Alvarado durante su intervención en el Festival Desembarco Poético de Guayaquil. Foto: Alexander García
El poeta panameño Javier Alvarado, de 32 años, fue galardonado la noche de este lunes (10 de noviembre de 2014) con el primer Premio Internacional de Poesía Medardo Ángel Silva, organizado en el marco del festival guayaquileño Desembarco Poético y dotado con USD 10 000.
Un jurado integrado por el poeta español Antonio Gamoneda, el peruano Rodolfo Hinostroza y el ecuatoriano Julio Pazos Barrera resolvió por unanimidad otorgar el galardón al poemario ‘Carta natal al país de los locos’, del escritor nacido en Santiago de Veraguas (Panamá).
Alvarado ha ganado una docena de reconocimientos, entre los que se cuentan el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2011, convocado por el Instituto Nicaragüense de Cultura. Su poesía tiene registros barrocos y líricos, así como rasgos históricos, según describió el poeta Ernesto Carrión, organizador del concurso y del festival.
El premio fue convocado por el Municipio de Guayaquil y la Corporación Cultural Casa de las Iguanas con el objeto de promover y estimular la creación poética en lengua española, establecido como un homenaje y para preservar la memoria del gran poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva.
El concurso premia a libros de poesía publicados en los últimos tres años y pretende instaurarse como un certamen anual.
Entre los diez libros finalistas del certamen se ubicaron Braille para sordos, de Balam Rodrigo (México); El Sanatorio en llamas, de Sergio Marín (España); La casa amarilla, de Julio Espinosa Guerra (Chile); La miel de la Higuera, de Cristóbal Zapata (Ecuador); Lengua de ciego, de Erick Ramos Solano (Perú); Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo, de Ernesto Lumbreras (México); Ortigas de Luisa Futoransky (Argentina); Pujato, de Gabriel Cortiñas y Ruido blanco, de Mario Pera (Perú).
De Carta Natal al país de los locos
Ofrenda de cebolla
Not a red rose or a satin heart.
I give you an onion.
…
It promises light
like the careful undressing of love.
Carol Ann Duffy, Valentine
No me des la rosa
No me des el páramo, las calles.
No me des el tintineo del árbol,
No me des el agua y su cofre de cristales.
No me des las espinas de lo bello,
Dame la cebolla
Esas que se cultivan en Coclé o en otras partes
Donde su piel es blanca,
Nívea como un pecho de lobezno adolescente
Parda como el plumaje de una tierrerita
Desdoblada sobre la hoja inmóvil.
No me des del labio acuoso
Ni el bosque petrificado que llevas dentro
Como una copa de vino desmadrada
Los dones terrenales y celestiales
Que la creación te fue otorgando
Con las espigas demolidas,
Mejor el cráter nocturno
La cereza pálida
El venado derretido que alza los cuernos
En los festines de la cama
Olorosos como la canela llevada en el desierto
El sexo en el pico del ave
Que va goteando el semen táctil
O la enjundia del misticismo en la semilla.
Prefiero huir de tus reinos
Y dejar el servicio puesto,
Los utensilios, la comida fría
Esa es la comunión de tu cuerpo al pelarte
Al quitar la piel y ser poseso del cuchillo
Y descubrir tu carne en gajos curvilíneos
Que se abren despaciosos como un milagro
O un pacto de Dios en los corderos.
No me des nada,
Solo sembrad una cebolla aquí en mi tierra
Que el tallo vaya creciendo hasta alcanzar
La desmesura del cielo y el juicio de todos los confines.
Yo te dejo una rosa,
Te dejo los vientos, los mares, las residencias
Todo lo palpado, oído, gustado, visto y olfateado.
No me des los dones, no me des el cuerpo.
No me des las estaciones
Ni el abrigo ni el paraguas.
Arrebátame todos los vegetales del mundo
Pero no me dejes en orfandad
Sin la cebolla.