Una investigación recoge mitos y cuentos de Chibuleo
José Lligalo es un estudioso de la cultura Chibuleo. Recolectó más de 50 cuentos y leyendas. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
Sentado frente al fogón de leña de su casa con paredes de adobe y techo de paja, José Lligalo escuchaba la narración que realizaba su tío Manuel Pacari después de las faenas agrícola. El hombre les contaba los cuentos, leyendas y mitos del pueblo Chibuleo.
Eso llamó la atención de Lligalo, quien algún tiempo después decidió investigar con los taitas y mamas del pueblo. Hasta ahora ha logrado recopilar al menos 50 historias; esos conocimientos aún los transmite con lujo de detalles a sus nietos. Antes lo hacía con sus alumnos cuando era maestro de kichwa de la Unidad Educativa Intercultural Bilingüe Chibuleo.
La mujer que se casó con un cóndor, la soltera sin juicio, el yerno ocioso, el pobre danzante, son algunas de las leyendas y tradiciones que recoge de esta comunidad indígena localizada en la vía Ambato-Guaranda, en Tungurahua.
Hace cuatro meses, Lligalo decidió plasmarlos en un libro al que denominará: ‘La memoria del cóndor’. La obra será editada con el apoyo del Ministerio de Cultura.
Él recuerda que en Chibuleo poco a poco se iban perdiendo estas historias por eso se vio en la necesidad de recogerlas para que los niños y jóvenes las conozcan a través de la lectura y las difundan. “Nada está escrito, antiguamente estos conocimientos se transmitían a través de la oralidad, especialmente en el sector indígena”.
Los taitas enseñaban los valores a través de los cuentos, pero en la educación actual y en especial en la misma familia no están fortalecidos, según él .
Lligalo, que viste con pantalón y camisa blanca y poncho rojo con rayas de colores porque quiere mantener la tradición, narra el cuento de la mujer que se casó con el cóndor: una pastora que todos los días salía al campo con sus animales y que no se casaría sino era con un rey, kuraka o líder.
Mientras pastoreaba en el páramo apareció un hombre alto y fornido que de tanto insistirle logró que fuera su novia. Cuando ella lo abrazó, descubrió que no era humano y estaba cubierto de plumas. Con las grandes garras la llevó hacia su nido en el sector Cóndor Jaka (quebrada del cóndor en español). Su perro, Amapola, regresó a casa con los animales, y con varios ladridos consiguió que el padre de la chica saliera a buscarla.
Tras encontrarla, la llevó de regreso a su casa y la escondió en un pondo de barro gigante. Sin embargo, en la noche regresó el cóndor y se la llevó. Luego la joven se convirtió en un cóndor hembra.
Germán Calvache, presidente de la Casa de la Cultura de Tungurahua, dice que la reproducción de estas historias fortalece la vida intercultural de los pueblos, porque constituyen un legado simbólico para las futuras generaciones.
El investigador cultural Fernando Cerón explica que es interesante que estas tradiciones del pueblo Chibuleo puedan guardarse en una obra. “Es un aporte para mantener la memoria e ir fortaleciendo la interculturalidad de los pueblos indígenas y mestizos”.