Esperó estar solo. Sacó el plaguicida que guardó debajo de su cama y se lo tomó. Intentó suicidarse con una cucharada del tóxico. Sus familiares se percataron y lo llevaron a un hospital. Tras la atención médica, sobrevivió.
Este es uno de los casos de intoxicación que anualmente atiende el Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (Ciatox) del Instituto Izquieta Pérez, en Quito. Con base en los datos que allí reposan, la doctora Consuelo Meneses, coordinadora del lugar, cuenta que de 3 441 casos de intoxicación registrados en el 2012, el 60% es intencional y en la mayoría de los casos se detectó el uso de plaguicidas.
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Estos líquidos son mortales: queman poco a poco el organismo y a su paso destruyen el hígado, los riñones y sobre todo los pulmones, porque endurecen la elasticidad de este órgano. Mueren asfixiados. Si una persona no es atendida en las siguientes 48 horas de la ingesta, fallece a la semana (entre el séptimo y decimocuarto día). Pero el 50% de la gente que llega al hospital sobrevive.
Esta no es la única forma en la que una persona puede intentar quitarse la vida. Galo Idrobo, especialista en terapia intensiva del Hospital Eugenio Espejo, explica que toda dosis terapéutica en exceso se convierte en tóxica.
Hay personas que llegan al hospital después de ingerir dos o tres pastillas para el dolor de cabeza. Su diagnóstico ha sido problemas gástricos. Pero también hay quienes incrementan la cantidad y llegan con una sobredosis, que si no es atendida rápidamente se convierte en mortal.
Aunque las causas de suicidios, como el ocurrido la semana pasada en una universidad de Quito son diversas, el doctor Idrobo explica que en el Eugenio Espejo las intoxicaciones intencionales se derivan, por ejemplo, de la disfunción familiar, los fracasos estudiantiles, los embarazos no deseados, las decepciones amorosas… Cuando una mujer adolescente llega con intento de suicidio al hospital es común escuchar que sufrió una desilusión amorosa. Los médicos saben que los intentos de quitarse la vida son un problema de salud pública, pues un caso atendido en terapia intensiva de esa casa asistencial le cuestan al Estado alrededor de USD 1 500 diarios.
El Ministerio de Salud cuenta con un programa de Salud Mental. Dentro de este plan, la entidad inauguró en mayo de este año el Centro Ambulatorio de Salud Mental San Lázaro.
Esta casa de salud tiene servicios de psiquiatría, psicología, emergencia psiquiátrica, clínica de la memoria, de trastorno afectivos, de la violencia intrafamiliar y otros.
El psiquiatra Carlos León del Hospital Metropolitano explica que la conducta suicida intervienen factores psicológicos y biológicos que no puede ser visto solo desde una perspectiva individual.
Si una persona intentó una vez suicidarse, lo volverá a hacer. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se suicida casi un millón de personas, lo que supone una tasa de mortalidad global de 16 por 100 000 o una muerte cada 40 segundos. Ese organismo señala que uno de cada 20 intentos de suicidios se concreta. Según el Informe mundial sobre violencia y salud del 2011, Ecuador registró en ese año 900 suicidios y 2 334 intentos.
Si esto ocurre, además de tratamiento médico, es indispensable que el paciente que sobrevivió realice una rehabilitación psicológica y, de ser necesario, psiquiátrica. León dice que si el riesgo suicida es muy alto las personas necesitan ser internadas en un centro de reposo o facilidad médica, ya que es peligroso para sí mismo y la sociedad y la familia tiene el deber de preservar su vida.
La psicóloga Adriana Oñate, docente del Centro Ecuatoriano de Análisis Existencial y Logoterapia (CEAEL), explica que las personas con pensamiento suicidas “han perdido la esperanza de vida y no encuentran soluciones a los problemas”. Esta desesperanza es común en las personas con depresión severa e individuos que sufren de bipolaridad.
Aunque según la OMS, en el mundo hay 350 millones de personas con depresión, los intentos de suicidios se generan en los diagnósticos severos. En este sentido, la doctora Meneses, del Ciatox, explica que hay dos tipos de depresión: la que es sentida en un momento específico y los trastornos. Según las estadísticas de ese organismo, el 70% de intentos de suicidio responden a la primera clasificación.
El tratamiento no debe ser aislado ni individual. Los médicos aseguran que el tratamiento de personas que han intentado suicidarse debe partir de la compresión de su entorno. La familia, los conocidos, los amigos son primordiales en el seguimiento. Ellos también deben aprender a reconocer las señales de una persona que intentará suicidarse (ver puntuales) e intervenir en el proceso de recuperación.
En el Centro Integral de la Familia, ubicado en el norte de Quito, se realizan terapias conjuntas.
Allí, en una casa patrimonial de tres pisos hay salones de charla, espacios de terapia, cuartos de rehabilitación… Su directora Graciela Castelo enfatiza que el intento de suicidio ya es un llamado de atención para hacer terapia.
Las alertas previas
Las personas dejan de realizar actividades cotidianas. Al padecer una depresión severa pueden dejar de comer y dormir. Su genio cambia notablemente. Paulatinamente se convierten en personas antisociales.
Es necesario vigilar a las personas con bipolaridad en sus dos etapas. En la mayoría de los casos se piensa que estas pueden llegar al suicidio cuando están deprimidas, pero también hay casos de que el intento de acabar con la vida ocurre en momentos de euforia.
Los familiares deben conservar la calma. Si alguien que usted conoce muestra señales de alerta o ha alcanzado su tope, intente no reaccionar de modo exagerado.
Es necesario el diálogo. Hágale saber que hay ayuda disponible, que no siempre se sentirá tan mal, y que con la ayuda correcta es posible que pueda manejar sus problemas y sentirse mejor en el futuro.
Hay que eliminar el acceso a cualquier método de suicidio y no dejar nunca sola a la persona. Si duda sobre el riesgo concreto, hable con ella y busque la ayuda de otras personas. De preferencia acuda a centros especializados.
Hable con la persona que podría estar en riesgo de suicidio y valore la situación. ¿Tiene un plan para matarse? ¿Tiene los medios para llevarlo a cabo? Si es así, la persona tiene un riesgo elevado de suicidio. Busque ayuda inmediatamente y ayúdele a mantenerse a salvo.
Si cree que alguien puede tener ideas de suicidio, hable con otras personas que la conozcan para saber si ellos han notado también algo fuera de lo habitual o si piensan de la misma manera.
Ofrezca ayuda en tareas prácticas. Esto puede proporcionar a la persona la oportunidad de hacer otras tareas también importantes, pasar algún tiempo intentando resolver su situación o dándole tiempo libre, algo muy necesario.
Tenga una lista de números de contacto y los horarios de atención de estos servicios. Tengan un plan de emergencia para actuar.