Vicente Paredes con una máscara de Diablo Huma. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO
Una imponente máscara de la diablada de Píllaro decora la fachada de El Palacio de la Careta, ubicado en el centro norte de Quito. En su interior, cientos de coloridos modelos de máscaras -elaboradas en caucho, cartón y fibra de vidrio- dan un aire festivo al local.
Vicente Paredes, su propietario y fundador, recordó que se inició como artesano en la década de 1960, cuando llegó a la ciudad procedente del cantón Píllaro para aprender los gajes de la peluquería. Ahí notó que, después de la Navidad, en las peluquerías de Quito se ofertaban caretas de papel para que las personas se disfrazaran o decoraran sus monigotes.
Luego de pasar varios años como aprendiz y operario, en 1971 Paredes fundó su propio taller para elaborar caretas personalizadas. Desde entonces, se dedica de lleno a ese oficio.
De todos los modelos, aseguró el experto, hay algunos que representan a rituales y tradiciones de diferentes zonas del Ecuador. Ese es el caso de las máscaras de payasos, que forman parte de las celebraciones del Carnaval de Guaranda, la Mama Negra, entre otras festividades tradicionales. “Ese es uno de los modelos clásicos. Desde que llegué, siempre han estado presentes los payasos”.
Cartas que se ofrecen en el Palacio de la Careta. Foto: Maria Isabel Valarezo / EL COMERCIO
Estos personajes se caracterizan por dar lecciones esquineras durante los rituales. En décadas pasadas, recordó Paredes, la costumbre de disfrazarse para conmemorar la fecha de los Santos Inocentes era más arraigada. Salían familias completas disfrazadas a recorrer las calles, se vestían de viudas y elegían al personaje que iba a ser quemado ese año, aseguró el artesano.
Otro de los motivos infaltables son los tradicionales capariches, recordados por llevar una escoba y dar jocosas sentencias a los presentes. Las caretas de estos dos modelos están elaboradas con papel y cartón, principalmente.
Pero también hay otros diseños en los que se emplean caucho e incluso cuernos de animales disecados. Ese es el caso de las máscaras de la Diablada de Píllaro, que además de su vistosidad se caracterizan por ser extremadamente pesadas.
Estos modelos también se adquieren durante esta época, ya que la comparsa se realiza del 1 al 6 de enero. En el 2009, el Ministerio de Cultura declaró a la Diablada de Píllaro como Patrimonio Cultural Intangible.
Otra máscara tradicional que se oferta en el Palacio de la Careta es la de Diablo Huma, cuyo valor es de USD 45. Esta pieza posee dos caras, está elaborada en tela y tiene acabados hechos con materiales brillantes.
El Diablo Huma, que significa cabeza de diablo, acompaña las celebraciones relacionadas a la cosecha, especialmente en las provincias del norte del país.
En los 42 años que funciona el Palacio de la Careta, se han elaborado más de 500 modelos. Cada año se suman motivos más contemporáneos. Por ejemplo, personajes como El Guasón, Scream o la conocida máscara que usan los ‘hackers’ Anonymous se añadieron a las perchas. También hay modelos con animales que están presentes en la cosmovisión andina, como lobos y monos. A estos se suman diseños inspirados en destacados personajes afroecuatorianos.
Foto: Maria Isabel Valarezo / EL COMERCIO
La magia de las máscaras, a decir de Paredes, es que las personas pueden exteriorizar otras facetas y sentimientos que quizás permanecen ocultos. “Cuando alguien se pone la máscara se vuelve animado, gracioso y se desinhibe totalmente”. La careta es parte fundamental de la mayoría de rituales , reflexionó el artesano.
A pesar que desde hace algunos años ingresaron al mercado máscaras más económicas provenientes de otros países, el negocio aún se mantiene a flote. Sin embargo, el precursor del Palacio de la Careta hace un llamado para que la tradición de disfrazarse el 31 de diciembre no se pierda con el tiempo.
NO OLVIDE
Costo
Se pueden conseguir modelos de máscaras que van desde USD 3 hasta los USD 45, según la complejidad y el diseño.
Material
Hay disponibles caretas elaboradas con cartón, caucho o también con fibra de vidrio
Accesorios
También se ofertan piezas como orejas, manos, bustos y pelucas para disfrazarse de viuda.
En contexto
Una de las tradiciones para despedir el año es disfrazarse y quemar el monigote. Anteriormente, en ciudades como Quito o Ambato, se conmemoraba con más fuerza el día de los Santos Inocentes, que se inicia el 28 de diciembre y se extiende hasta el 6 de enero.