Segundo Medina, de 51 años, ofertó adornos en material reciclado y madera, ponchos y bisutería elaborados con mullos. Foto: Xavier Caivinagua
Artesanías, tejidos en lana, productos agrícolas y gastronomía, que son parte de la herencia ancestral sobresalieron en la Feria Intercultural, que se cumplió el pasado fin de semana en la parroquia Urdaneta, cantón Saraguro, en Loja.
En este pueblo de 3 800 habitantes conviven en armonía los paquishapas, saraguros y mestizos. Para realzar esa fusión cultural, la Junta Parroquial realizó la feria que reunió a más de 40 emprendedores. María Medina, de 50 años, llegó desde la comunidad de Cáñaro con colada de zapallo y leche, papa chaucha revuelta con mote y chicha.
Esa comida llevaban sus abuelos y padres para las largas jornadas de trabajo en la agricultura y pastoreo. “Con eso vivían sanos”, dice como asegurando que estaban mejor. Ella pertenece a los paquishapas, que no están identificados como un grupo étnico, pero que tienen rasgos indígenas.
Medina viste una falda de paño plisada sobre la rodilla y chalina. El cabello siempre está recogido con dos trenzas y vinchas en hileras a los costados. A pocos metros estuvo Segundo Medina, de 51 años, quien ofertó llamativos adornos en material reciclado y madera que aprendió al interior de la Cárcel de Loja, donde cumplió prisión por un delito.
Él también elabora los típicos ponchos y anacos (falda) de lana y collares en mullos, habilidades típicas de los saraguros. “De esta forma aporto en la conservación de mi etnia, cultura y tradiciones”. Ese día le fue bien porque un importante número de sus productos se vendió.
En esta feria también se ofertaron cuadros de pinturas, chalinas, bisutería en mullos, prendas y adornos tejidos a croché, flores en fibras vegetales… Los representantes de la Junta Parroquial escogieron las mejores propuestas gastronómicas a partir de productos que se cultivan en la zona como granos, legumbres, papas, bebidas elaboradas con hierbas…
El objetivo de esta feria, en su tercera edición, fue promocionar la riqueza cultural, agrícola y turística que tiene la parroquia. Pero también, señala Sonia González, vicepresidenta de la Junta Parroquial, motivar a la gente para que siga emprendiendo, produciendo y que tenga un mercado para vender sus productos.
Al mediodía del domingo, cuando decenas de católicos salieron de la misa de la iglesia, se hizo más evidente esa mezcla cultural. Familias saraguros, paquishapas y mestizos confluyeron en este espacio de comercio provisional. Los estands de venta de comida típica también tuvieron alta demanda. La feria finalizó con danzas culturales.