Más impunidad, menos cohesión

En su estadía en Quito,Volpi conversó con este Diario sobre la impunidad.Al final delaentrevista grabóunmensaje de solidaridad por el secuestro del equipo periodístico de EL COMERCIO. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

En su estadía en Quito,Volpi conversó con este Diario sobre la impunidad.Al final delaentrevista grabóunmensaje de solidaridad por el secuestro del equipo periodístico de EL COMERCIO. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

En su estadía en Quito,Volpi conversó con este Diario sobre la impunidad.Al final delaentrevista grabóunmensaje de solidaridad por el secuestro del equipo periodístico de EL COMERCIO. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Para el escritor mexicano Jorge Volpi, la impunidad dejó de ser algo etéreo desde sus años como estudiante de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Cuando publicó ‘Una novela criminal’, el libro con el que ganó el Premio Alfaguara de Novela 2018, este concepto se había interiorizado en su vida. Después de investigar todo lo sucedido con el caso Cassez Vallarta, una pareja acusada del supuesto secuestro de tres personas, este autor tiene claro que la impunidad es un problema que tiene que empezar a movilizar más a la sociedad latinoamericana.

¿Cuál fue el primer hecho de impunidad con el que tuvo que lidiar en su vida?
Cuando era niño recuerdo que mi papá nos contaba sobre el movimiento estudiantil del 68. En ese tiempo, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) mantenía su hegemonía en México y no se hablaba del movimiento ni en los medios de comunicación ni en las escuelas y colegios. La primera vez que me enfrenté a un hecho de impunidad fue cuando me enteré de que habían existido estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas (Tlatelolco) y que nadie había pagado por esos asesinatos. Yo nací en el año en que ocurrieron esos crímenes.

Está la impunidad vinculada a los criminales pero también están los pequeños actos de impunidad que se generan en la vida cotidiana.
La impunidad está relacionada con el cometimiento de un delito, de una falta o de salirte con la tuya y no recibir ningún castigo. En la vida cotidiana hay faltas menores pero lo que realmente importa es la impunidad de los criminales y del poder, porque es ahí donde nos enfrentamos a algo que va más allá de una pequeña mentira individual. Estamos frente a un sistema que está garantizando que los delincuentes no paguen y que los poderosos no rindan cuentas.

Como menciona, la impunidad está vinculada a la falta de un castigo, ¿los castigos son la única alternativa para el pago de una falta o se le ocurre otra alternativa?
En la historia de la humanidad y en la historia del derecho penal, los delitos siempre han estado vinculados a las penas. Una vieja máxima del derecho romano dice que si no hay pena no hay delito. Y, en efecto, si no hay un castigo visible lo que sucede es que esa conducta se normaliza y eso es precisamente lo que pasa actualmente en muchos de nuestros sistemas. Frente al saber que no va a existir ningún castigo, entonces se comete una y otra vez la misma falta, el mismo delito y el mismo crimen.

¿Hay algo más peligroso para la sociedad que la impunidad de los criminales?
La impunidad también está vinculada con la desigualdad, la inequidad, con la falta de educación y, por lo tanto, también está vinculada con la moral privada y la moral pública. La impunidad es terrible, pero evidentemente también están la violencia, el homicidio y los secuestros que no reciben castigo alguno, precisamente por la falta de eficacia que hay en el sistema.

¿Se le ocurren otras formas de combatir la impunidad social desde otros ámbitos fuera del judicial?
Por supuesto, las otras maneras que existen de combatir la impunidad son los que se generan a través de la discusión pública y por medio del trabajo que cumplen los medios de comunicación. Los medios también tienen esa misión, unas veces la ejercen y otras no, pero su misión siempre debe ser estar revelando la impunidad de los poderosos y de los criminales.

¿La literatura también puede ser otra forma de combatir la impunidad?
La literatura, como el periodismo, también puede cumplir esa misión. El periodismo lo hace de manera más cotidiana porque es parte central de su trabajo, pero la literatura lo hace cuando puede. Un escritor no está obligado a esta tarea, pero en ciertos momentos un autor sí se puede lanzar a esta tarea de revelar los mecanismos sociales que están produciendo la impunidad.

También está el arte.
Claro, lo pueden hacer las distintas disciplinas artísticas y eventualmente deberían hacerlo también los ciudadanos si se organizan mejor y hacen más visibles ciertas conductas criminales, sobre todo, en la parte que tiene que ver con sus representantes, con sus políticos. La sociedad latinoamericana es una sociedad muy mal organizada. Esperamos que todo lo haga el Estado, pero si el Estado es impune y corrupto la sociedad tiene que organizarse mucho mejor y hacerlo visible, sobre todo ahora que existen otros mecanismos para mostrar los casos de impunidad, como las redes sociales.

Cuando empezó a escribir ‘Una novela criminal’, ¿la pensó como una forma de lucha contra la impunidad que se vive en México?

‘Una novela criminal’ no fue concebida así sino que fue escrita para contar todo lo que no se había dicho sobre el caso Cassez Vallarta, que a su vez me permitió revelar un poco más sobre la corrupción y la disfuncionalidad del sistema de justicia mexicano. Una de cuyas partes es la impunidad. Además de que está mal diseñado, de que la corrupción permea todos los niveles, de que la tortura es una práctica constante, utilizada para que haya impunidad.

¿Por qué la impunidad está movilizando a más gente alrededor del mundo?
Porque hay esa sensación de enorme frustración. Al observar que hay una gran cantidad de crímenes realizados -tanto por delincuentes comunes, por organizaciones criminales y muy particularmente, lo que se hecho más visible, por políticos- que no reciben castigo alguno, se genera una sensación de desasosiego, de desconcierto social, y de ahí las movilizaciones en torno a esto.

En una entrevista, el escritor Javier Marías mencionó que la impunidad del mundo es tan inabarcable, tan antigua y tan larga y ancha que hasta cierto punto nos da lo mismo que se le añada un milímetro más.
No estoy de acuerdo con lo que dice Marías. Por supuesto que en la historia de la humanidad han existido miles de situaciones de violencia y de impunidad, pero eso no significa que no queramos luchar para que haya sistemas mucho más eficaces que logren que los culpables paguen y que los inocentes no estén en la cárcel.

¿Se puede decir que vi­vimos una cultura de la ­impunidad?
Sí, creo que la impunidad en el caso mexicano -y supongo que en muchos países de América Latina sucede lo mismo- se ha vuelto algo natural. Si alguien ve las cifras, que no me sé de memoria, en el caso de México de todos los delitos que se cometen solo el 10% ­termina en los tribunales, y de ese porcentaje solo el 10% termina en sentencias. Eso significa que en realidad estamos viviendo en el reino de la impunidad.

A mayor impunidad social menor...
A mayor impunidad social, menor cohesión social, porque cuando la impunidad se convierte en una práctica común el que tú puedas cometer cualquier clase de delitos y de faltas, o que tus representantes lo hagan, o que seas víctima de delitos directamente por parte de criminales y nadie termine pagando, provoca que la sociedad se disgregue. En ese panorama dejas de confiar no solo en el aparato de justicia sino en la sociedad misma.

¿Qué es lo que nunca puede quedar impune en la sociedad?

Lo que nunca debería quedar impune por ninguna razón son los delitos graves, como los homicidios, las violaciones, los acosos, o los casos de corrupción política.

¿Cuál es el mensaje que se está dando a la sociedad cuando gente vinculada a casos como el de Ode­brecht sale impune?
El mensaje que se está dando es el mismo que se genera en todos los casos de impunidad y es que si estas personas no son castigadas esa conducta se puede repetir y replicar una y otra vez. Esto nos lleva a una especie de círculo vicioso del que es complicado salir.

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