Los miembros de Ukupacha posan frente al mural de la Interculturalidad. Foto: Francisco Espinoza/PARA EL COMERCIO
Los murales cuentan historias. En Imbabura y en Carchi se han vuelto una tendencia en la última década. Juan Carlos Revelo, líder del colectivo Ukupacha (Mundo de Abajo, en español), cuenta que el objetivo es rescatar la identidad de los pueblos ancestrales.
Tal vez por eso, la mayoría de estos trazos multicolores se plasma en las comunidades rurales. Varios de ellos adornan los muros de la parroquia Tufiño, en Tulcán, Carchi.
Gabriela Ayala, integrante del colectivo, explica que los trazos que representan al sol de ocho puntas, monos, chamanes y figuras geométricas, entre otros, se inspiraron en vestigios de la cultura Pasto.
Según los cronistas, este pueblo ocupó un territorio que se extendía en el norte de Ecuador y sur de Colombia.
También en la jurisdicción que ocupó antiguamente el pueblo Karanki, en la Sierra Norte. Uno de esos trabajos adorna un muro de la Escuela José Nicolás Vacas, situada en el sur de la capital imbabureña.
Las figuras de guerreros con sus armas narran la resistencia de los karanki a la invasión de los incas y luego de los españoles, señala Revelo.
Esta obra, de 10 metros de ancho por 3 m de alto, fue parte de un trabajo de investigación para obtener la Licenciatura en Artes Plásticas.
Es una propuesta de muralismo denominado comunitario, porque les permite interactuar con los vecinos de las comunas. “Pintamos historias, tradiciones, leyendas y mitos que surgen en conversatorios con la gente”, comenta Cristian Tutillo, el tercer integrante del grupo Ukupacha.
Recién ahí, explica este artista de 31 años y quien gusta de tonos naranjas, surge el boceto para un nuevo mural. Sus herramientas principales son brochas, pinturas y andamios.
Lo que caracteriza al trabajo del muralismo es su enfoque irreverente, considera Ayala.
“El lenguaje mural casi se asemeja al del grafiti. Aunque tienen técnicas diferentes van por esos lineamientos”.
Otro artista que ha ganado fama en la región por sus propuestas de corte étnico es Álvaro Willian Córdova.
El hábil diseñador kichwa firma sus trabajos con el seudónimo de T-naz. En los últimos cinco años de su vida se ha dedicado a pintar personas e íconos de la cultura Otavalo. Para ello utiliza una amplia gama de aerosoles.
“Voy viendo el espíritu de cada lugar para escoger los colores”, asegura. Quizá por eso frente al Cementerio Indígena de Otavalo, cruzando la vía Panamericana, plasmó los rostros, marcados con arrugas, de una pareja de indígenas adultos mayores. “Con la cara del taita y la mama quiero demostrar el espíritu feliz y fuerte de mi gente, que trabaja hasta el último día de sus vidas”.
La fama de estos muralistas de la Sierra Norte ha rebasado las fronteras del país. De hecho, Juan Revelo y Gabriela Ayala ya han pintado en Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Mientras que Córdova en Ecuador y Colombia. Y, próximamente, en Brasil.