Danzarte es parte del Colectivo Intercultural Chimborazo, que agrupa a artistas, investigadores y promotores culturales. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Suenan los pingullos, las pallas y los bombos y Oswaldo Huilcapi, quien representa a un danzante de Chimborazo, empieza a danzar.
Los saltos, movimientos enérgicos y un atuendo que contiene elementos que representan a las culturas Puruhá y Cañari, identifican al personaje ceremonial.
Según la cosmovisión andina, el danzante tiene una comunicación directa con los cuatro elementos sagrados, por lo cual se considera un jerarca en las comunidades indígenas y su aparición en las fiestas del Inti Raymi, el Colla Raymi, el Pawkar Raymi y el Kapak Raymi es indispensable.
Después de la colonización española, el danzante también se relacionó con las fiestas católicas, por lo que aparece en pases del niño y en las celebraciones del Corphus Christi. “Para representarlo, un hombre debía demostrar respeto, sabiduría y conocimiento de las cosas antiguas”, cuenta Huilcapi.
Él dirige la agrupación Danzarte, y se dedica a difundir su investigación sobre ese personaje con el propósito de fortalecer la identidad cultural en la provincia.
El atuendo que utiliza tiene más de 50 piezas. Cada una representa elementos de la cosmovisión indígena de las culturas Puruhá y Cañari. Según él, el danzante de Chimborazo se diferencia del de otras provincias porque desciende de la fusión de ambas culturas.
Huilcapi tarda 30 minutos en colocarse todos los implementos: un cabezal decorado con perlas, espejos y plumas. Una pechera en forma de corazón, un delantal y un espaldar que llega hasta sus tobillos.
En su investigación, también constan las particularidades de los danzantes de Colta, Yaruquíes y Cacha, que se diferencian entre sí por la decoración de sus penachos; ellos participan en los pregones para homenaje al niño Jesús desde diciembre hasta febrero. Los danzantes de Chimborazo visten atuendos diferentes a los de Cotopaxi.
Los cabezales miden 30 centímetros y se decoran solo con flores de sixi y espejos. En la mano derecha llevan una espada de madera. Y los danzantes de Pujilí usan cabezales de hasta 70 centímetros; la decoración es ostentosa y colorida, y llevan espaldares y pecheras con espejos.
Estas diferencias, Huilcapi las expone en todos los eventos culturales en los que participa junto a su agrupación, a la que pertenecen 25 jóvenes. “La gente no conoce el verdadero significado de los danzantes. Cuando bailamos, queremos que todos sepan de donde surgió esta figura para amar más lo propio”, dice Jesús Huilcapi, quien a sus nueve años, es uno de los bailarines más destacados del grupo.