Hugo Navarrete fue Decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Hugo Navarrete fue Decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y director del Herbario de la institución. Es uno de los autores de la ‘Enciclopedia de las Plantas Útiles del Ecuador’. Es Director de Investigación de la PUCE.
¿Cuál es la relevancia que han adquirido los estudios etnobiológicos en el país, en los últimos años?
Es importante recordar que la etnobiología es el estudio de las relaciones que existen entre los seres humanos y el mundo biológico. En las décadas de los 60, 70 y 80, esos estudios se enfocaron, sobre todo, en la etnobotánica. Desde la década de los 90 fueron desplazados porque aparecieron nuevas modalidades en la investigación científica, como la genética; sin embargo, en los últimos años se han reactivado.
¿Qué ha impulsado esta reactivación?
Nos hemos dado cuenta que algunas de las posibles soluciones a los problemas de salud y de alimentación actuales pueden encontrar su respuesta en los recursos naturales. Esta reactivación ha llegado con nuevas perspectivas. Ya no solo se busca el uso de la planta por la planta, sino que se piensa en el extracto de la planta para usarlo como medicamento o como nueva fuente de combustible. Por ejemplo, hay bastantes investigaciones sobre el uso de algas para producir aceites, que a su vez sirven para producir biocombustibles.
¿En qué áreas se han enfocado los estudios etnobiológicos locales?
Los estudios etnobiológicos más que todo se han enfocado en la etnobotánica y, de forma particular, en el uso medicinal de las plantas y en la búsqueda de medicamentos para solucionar problemas de salud que están afectando a la humanidad. Las plantas son fuentes de potenciales medicamentos para estas enfermedades. Hay una tendencia de buscar productos de origen natural en pro de mantener la salud. Ya no es la visión de usar la hierbita, ahora hay el vínculo entre el uso tradicional y la tecnología.
¿Cuál es la dinámica actual de trabajo que existe entre los científicos y las comunidades locales que son portadoras de conocimientos ancestrales?
Esa condición ha mejorado, pero no es la ideal. Las comunidades tienen el derecho de reclamar el saqueo al que han sido sujetas. Hasta finales de los años 70 no había una legislación en el país que impida ese saqueo. Ahora las comunidades están más atentas frente a este potencial robo de conocimientos. Lo que sí hay que aclarar es que muchos de estos conocimientos son empíricos, no tienen una comprobación científica de que sirvan para algo específico. Una cosa son los remedios, y otra cosa es un medicamento. El remedio no tiene el proceso de comprobación terapéutica, el medicamento ha pasado por ese proceso. La medicina tradicional es valiosa, pero apela mucho al efecto placebo.
¿Cuáles fueron las conclusiones más importantes del Congreso Internacional de Etnobiología que se realizó en el país, el año pasado?
Creo que una de las conclusiones más importantes es que no debemos descuidar el estudio del uso de los recursos biológicos por parte del ser humano. No hay que pensar que la etnobiología es solo la recuperación de los usos ancestrales. Esa es una visión indigenista.
¿Cuál ha sido el impacto de ‘apps’ como Floramed y cómo se está potenciando el uso de la tecnología para que se conozca más sobre la etnobiología?
La aplicación se ha bajado desde distintas partes del mundo. Cumple la función de posicionar la investigación que se hace en el país en el contexto mundial. Este tipo de tecnologías ayuda a que más gente conozca el resultado de nuestras investigaciones.
¿Hacia dónde tienen que enfocarse los estudios etnobiológicos en el país?
Hacia dos perspectivas. Una es el valor cultural. No podemos divorciar la vida diaria con el entorno. Si usted va al mercado de Iñaquito o al mercado de Santa Clara, se encuentra con la tintura de valeriana o la sangre de drago, eso es etnobiología. Lo otro es la búsqueda de nuevas moléculas que nos permitan combatir enfermedades.