Como parte del recorrido turístico también se puede disfrutar de una escena de la fiesta del Inti Raymi. Foto: Modesto Moreta/EL COMERCIO
Compartir las tareas agrícolas, artesanales y hasta de convivencia es el nuevo atractivo turístico que promociona un grupo de habitantes de la comunidad Huasalata, de la parroquia Salasaka, en Tungurahua. Desde el mes pasado, 12 familias se organizaron para poner en marcha este proyecto de turismo comunitario.
Los visitantes también pueden conocer las técnicas de la siembra agroecológica, hacer trekking, alimentar al ganado, conocer sus fiestas ancestrales como el Inti Raymi y Pawkar Raymi, la medicina ancestral, conocer los sitios sagrados y la arquitectura, mientras conviven con los nativos en sus antiguas casas edificadas con chahuarquero, sigse, carrizo, barro y madera de capulí.
Todos estos conocimientos fueron compartidos por esta comuna, ubicada a 20 minutos al oriente de Ambato. “Conocer el idioma, su vida, los tejidos y la medicina ancestral es fantástico”, indica Olessya Shakurova, una turista rusa interesada en promocionar este tipo de manifestaciones culturales en su país.
El domingo pasado recorrió, con otras 10 personas, esta comarca rodeada de cabuyos y sembríos de maíz, papa, habas… Jorge Caizabanda, uno de los cuatro guías de la comunidad, explicaba a Shakurova la riqueza cultural de ese pueblo milenario.
La joven se quedó fascinada al escuchar a los indígenas hablar el kichwa. “Deseo aprender”, decía mientras repetía algunas palabras como: “¡Allí punlla!” (Buenos días).
Durante la caminata, Caizabanda cuenta que el turismo agroecológico consiste en enseñar a los visitantes cómo se vive en el campo y compartir las tareas diarias, es decir, encender la cocina con leña, la cosecha de papas y las tareas diarias de los integrantes de una familia, como alimentar a los cuyes y cortar hierba.
La ruta Huasalata, en Salasaka, es una nueva propuesta para los turistas. “Es una opción importante para promocionar estas vivencias a los visitantes extranjeros y nacionales.
Buscamos productos alternativos que vendan la esencia de las comunidades indígenas para promocionar su cultura, las costumbres y tradiciones“, dice Willian Pico, de la operadora de turismo Geodestinos Ecuador.
Otra de las turistas es Johanna Miranda. La joven aprendió en qué consiste la arquitectura salasaka. Luego acudió a Punta Rumi, donde Rubelio Jiménez, conocedor de la medicina ancestral, efectuó un ritual con hierbas y un cuy.
De una botella de cristal bebió aguardiente y lo roció en el cuerpo a los cuatro integrantes del grupo folclórico Huasalata. Ellos viajarán en las próximas semanas a Europa. “A este lugar vienen quienes quieren aprender música. La piedra sagrada les da sabiduría, habilidad y destreza”, asegura Jiménez.
Hay que caminar 20 minutos hasta este sitio, donde sobresale una piedra gigante similar a un cráneo. Juan Jerez, director de la agrupación, está tranquilo luego de la ceremonia.
Explica que la idea es que la gente de otros países conozca su cultura y la música autóctona de la comunidad, que llevan como repertorio. “Punta Rumi nos da fortaleza y sabiduría”.
De retorno, una parada obligada es en la hostería Inka Huasi. En esta construcción, que representa a la arquitectura antigua de la zona, se puede disfrutar de un descanso en una de sus 10 habitaciones.
Allí se ofrece comida típica: habas con choclo, papas enteras con cuy, locro de sambo y el jucho, está última es una bebida elaborada con capulíes, maicena y frutas picadas, como la manzana y el durazno.